A medida que envejecemos, es común notar que recordar nueva información se vuelve más difícil. Sin embargo, la no es un proceso inevitable y existen varios factores clave que pueden ayudarnos a mantener nuestras capacidades cognitivas en buen estado, según demostró un trabajo de tesis doctoral de Pernilla Andersson de la Universidad de Örebro en Suecia.

¿Por qué el ejercicio físico es importante para la memoria?

El físico es una de las mejores formas de prevenir el deterioro de la memoria. Mantener una rutina de actividad física regular no solo fortalece el cuerpo, sino que también tiene efectos directos sobre la salud cerebral. Diversos estudios sugieren que el ejercicio aeróbico, como caminar, nadar o correr, estimula el crecimiento de nuevas neuronas en el hipocampo, una región clave del cerebro asociada con la formación de recuerdos. Además, el ejercicio mejora la circulación sanguínea, lo que permite que el cerebro reciba más oxígeno y nutrientes, ayudando a mantener su función en óptimas condiciones.

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¿Qué papel juega la alimentación en la protección de la memoria?

La nutrición es otro factor esencial para proteger la memoria a lo largo del tiempo. Una dieta rica en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y vitaminas puede contribuir a un mejor funcionamiento cerebral. Los antioxidantes, presentes en alimentos como las frutas y verduras, ayudan a reducir el daño causado por los radicales libres, que pueden afectar las células cerebrales. Por su parte, los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados como el abadejo o el salmón, protegen las neuronas y favorecen la comunicación entre las diferentes regiones del cerebro, mejorando la capacidad de aprender y retener nueva información.

¿Cómo puede el entrenamiento cognitivo prevenir la pérdida de memoria?

El entrenamiento cognitivo, como resolver rompecabezas, aprender un nuevo idioma o tocar un instrumento, también es fundamental para evitar la pérdida de memoria. Estas actividades desafían al cerebro y fomentan la creación de nuevas conexiones neuronales, un proceso conocido como neuroplasticidad. Practicar tareas que requieren concentración y memoria activa permite mantener en funcionamiento las capacidades cognitivas y minimizar el impacto del envejecimiento en el cerebro. A su vez, este tipo de actividades ayuda a combatir la interferencia proactiva, un fenómeno donde los recuerdos antiguos interfieren en la adquisición de nueva información.

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¿Qué es la interferencia proactiva y cómo afecta a la memoria?

La interferencia proactiva ocurre cuando los recuerdos antiguos dificultan la adquisición de nuevos conocimientos. A medida que envejecemos, el cerebro almacena una gran cantidad de información que puede comenzar a interferir con la capacidad de recordar datos nuevos. Esto puede generar dificultades para priorizar y filtrar información, afectando la memoria de trabajo, que es esencial para las tareas cotidianas. Mantener el cerebro activo mediante el entrenamiento cognitivo y la adopción de hábitos saludables ayuda a reducir el impacto de la interferencia proactiva.

¿Cómo influye la socialización en la memoria?

Mantener una vida social activa también puede ser clave para la salud de la memoria. La interacción social estimula el cerebro al exponernos a nuevas ideas, conversaciones y experiencias. Esto ayuda a evitar el aislamiento, un factor que se ha relacionado con el deterioro cognitivo. Al compartir tiempo con otras personas, mantenemos en funcionamiento áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento de la información y la memoria operativa.


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