Cada otoño, Mazen Kourouche acude a la tienda Apple más grande de Sídney, Australia, y hace cola durante horas para ser de los primeros del mundo en hacerse con el último iPhone.
“Desde que el iPhone 7 salió a la venta he estado haciendo cola para los nuevos productos de Apple por varias razones. La primera por la emoción, la segunda por el valor de reventa y la tercera porque al ser Australia uno de lo primeros países en venderse, las personas quieren escuchar de ellos cuanto antes”, explica Kourouche.
De acuerdo a Kourouche, diseñador de software para el sistema operativo del iPhone (iOS), muchas personas viajan hasta Australia para adquirir cuanto antes el nuevo iPhone. La zona horaria de este país le hace el primero en que sus tiendas Apple abran los días que se lanzan los nuevos productos.
Este año podría ser diferente. Al igual que otras tiendas, Apple ha cerrado todos sus centros en el mundo como consecuencia de la pandemia de coronavirus.
Sigue siendo demasiado pronto para saber si las tiendas abrirán a tiempo para el lanzamiento de los nuevos dispositivos en otoño.
En algunos países el panorama es desalentador.
En el caso de Apple, el lanzamiento del iPhone 12 está en el aire. Se trata de un teléfono importante porque es el primero en incorporar la tecnología 5G, que le permitirá conectarse a la nueva generación de redes más rápidas.
De acuerdo a la publicación japonesa Nikkei, Apple está estudiando el retraso de su lanzamiento.
Lo mismo podría suceder para dispositivos fabricados por Samsung y otros rivales que incorporan el sistema operativo Android.
Producción interrumpida
“Aproximadamente el 70% de teléfonos inteligentes se fabrican en China. Al sufrir China la pandemia, la oferta de dispositivos ya existentes se ha interrumpido”, dice Razat Gaurav, jefe ejecutivo de Llamasoft, una compañía analítica de cadena de oferta y demanda.
Muchos fabricantes de teléfonos inteligentes dependen de componentes hechos en China y Corea del Sur, dos naciones que han sido golpeadas con violencia por el brote de coronavirus.
La ciudad surcoreana de Daegu, donde se detectaron la mayoría de casos de covid-19 en ese país, está a 20 minutos del área donde se producen muchos de esos componentes.
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No se trata solo de la oferta, la demanda también ha caído dramáticamente. Los encargos de teléfonos inteligentes han caído un 40% en el primer cuarto de 2020, comparado con el mismo período del año anterior, de acuerdo a la firma investigadora IDC.
Esta compañía estima que los consumidores chinos comprarán 33 millones menos de teléfonos en los primeros tres meses del año.
“Es probable que veamos este descenso significativo también en Europa y Estados Unidos”, añade Gaurav.
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El efecto en los dispositivos existentes será una preocupación para los fabricantes, pero el impacto en los nuevos es más severo.
Los fans de Apple y Android están acostumbrados a adquirir sus productos en momentos específicos del año y los fabricantes dependen de esto para concentrar la mayoría de ventas del año.
“El smartphone es un producto complicado con muchos componentes. Para fabricar todos estos componentes, hace falta comprar materiales de alrededor de 40 países distintos”, dice Gaurav.
Diferentes partes del proceso de producción se verán afectadas en formas distintas.
“Parte del trabajo de diseño no requiere un contacto social significativo, lo que significa que no es necesario estar en proximidad física a las personas”, dice Frank Gillet, analista de la consultora Forrester.
Sin embargo, parte del trabajo de investigación y desarrollo requiere de equipamiento especializado que los empleados no pueden llevarse a casa.
Buena parte de este trabajo ya se ha hecho para los dispositivos que se lanzan este año, pero podría demorar los lanzamientos de 2021, para los que las compañías ya están trabajando antes de tiempo.
Según Emile Naus, de la consultora BearingPoint, lo más importante de un teléfono no es el hardware, sino el software, y esto puede desarrollarse remotamente. Sin embargo, probar el dispositivo puede ser más complicado.
“Los ensayos son difíciles porque la industria es muy estricta en seguridad y en este contexto los desarrolladores deben llevar los nuevos prototipos a sus casas para probarlos. Habitualmente esto se hace en secreto”, dice Naus.
El otro problema son los envíos. Con vuelos suspendidos y regulaciones oceánicas, existe la posibilidad de que los productos terminados no lleguen a sus centros de distribución.
Los efectos de esto y el cierre de las fábricas chinas recién comienzan a mermar la industria de los teléfonos inteligentes, y el impacto puede ser mayor que el esperado.
Gillett cree que Apple y Samsung prefieren retrasar ciertas funciones para nuevos dispositivos que el lanzamiento de estos.
El momento para probar ciertas funciones, o para que los desarrolladores de software puedan trabajar en aplicaciones que hacen uso de esas funciones es crítico.
Las restricciones en los envíos puede forzar a las empresas a retrasar sus lanzamientos, posiblemente hasta 2021.
Si las tiendas permanecen cerradas esto puede ser problemático para Apple, ya que tiene una importante red de puntos de venta.
“Sabemos que las primeras semanas y meses de los nuevos dispositivos son muy importantes porque es cuando se venden en los niveles más altos”, dice Naus.
La demanda de los nuevos dispositivos disminuirá, ya que gastar una gran cantidad de dinero en el último modelo no es una opción para aquellos que atraviesen dificultades financieras.
Sin embargo, Forrester no cree que las marcas alterarán en exceso el precio de sus nuevos productos. En su lugar, piensa que reducirán los precios de los modelos anteriores y aumentarán las existencias de los productos más accesibles y baratos.
Puede que los precios no bajen, pero si la demanda baja, quizás se pongan en práctica nuevas estrategias.
“Puede que se ideen modelos de precios creativos para hacer estos productos más accesibles a la situación de las personas. Quizás haya promociones especiales para ayudar a los clientes que muestren un cheque de desempleo o una identificación de servicios de emergencia”, apunta Gillet.
Sin embargo, es muy probable que los más fanáticos de Apple permanezcan leales a la marca.
“No creo que la pandemia afecte el interés, especialmente entre los consumidores que siempre están comprando nuevos productos. Ahora todo lo que importa es comprar papel higiénico, pero en algún momento volverán a ser los iPhone”, dice Kourouche.