Se dice que Shigeru Miyamoto bautizó a la princesa de Hyrule, Zelda, en honor a la novelista estadounidense Zelda Fitzgerald. Pese a dar nombre a la serie de videojuegos, el personaje nunca protagonizó ningún título.

Originalmente, Nintendo “retrataba” a las princesas como Peach, de Super Mario Bros., o la misma Zelda, bajo el papel de damiselas en apuros.

Ese paradigma ha ido cambiando con el paso del tiempo, y si Peach tuvo su protagónico con Princess Peach: Showtime! (2024), ¿por qué Zelda no tenía el suyo?

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¡En acción!

Un encapuchado se abre paso ágilmente entre las recámaras de una oscura mazmorra, elimina a los contrincantes que se cruzan en su camino hasta que llega a los aposentos del jefe que tiene aprisionada a la princesa Zelda en cristal.

El combate es feroz, pero nuestro héroe prevalece y derrota a su enemigo. Una “brecha” de un púrpura profundo empieza a absorber todo lo que se encuentra a su paso, incluido al ágil espadachín desconocido, quien, en un último movimiento, dispara una flecha al cristal que aprisiona a Zelda.

La princesa logra escapar gracias a la grieta. De pronto, una figura fulgurosa se manifiesta ante ella: se llama Tri. Necesita su ayuda para rescatar a sus amigos, quienes han sido absorbidos por la brecha, al mismo tiempo que a Hyrule, que ya ha perdido una porción considerable de tierra para ese momento.

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La princesa recibe un báculo mágico de Tri, el cual le servirá para replicar objetos y aliados que usará para resolver escenarios desafiantes o en los combates. Tri también puede manipular objetos que ayudan en los distintos espacios o para activar trampillas en las mazmorras.

El elemento de salud está representado por corazones, los cuales se gastarán por ataques hostiles, tocar un enemigo o caer de un precipicio. También es una forma de observar la progresión, pues al subir de nivel, Zelda recibirá un corazón.

Aunque el báculo es la principal herramienta que tiene nuestra protagonista, con el tiempo conseguirá otras que aumentan sus posibilidades contra la adversidad.

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Legends of Zelda: Echoes of Wisdom resulta una experiencia entretenida y satisfactoria, sin violencia exacerbada ni dificultades agobiantes, con una jugabilidad similar a las de las entregas anteriores. No deja de estar presente la estampa personal.

Es decir, los elementos de jugabilidad en los títulos previos están aquí, con sus debidas diferencias, como es el caso de la espada maestra de Link y el báculo de la princesa. Esta familiaridad con las mecánicas del gameplay es uno de los aciertos.

Por lo demás, es una historia que le hace justicia a un personaje que necesitaba una reivindicación protagónica.

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