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Las memorias de Snowden: del juego a la escapatoria

En su libro, “Vigilancia permanente”, Edward Snowden describe cómo la inteligencia de EU recopila datos en todo el mundo, para horror de los ciudadanos, pero con ayuda de sus gobiernos

"Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Tardé casi treinta años en reconocer que había una diferencia, y cuando lo hice, me metí en algún que otro problemilla".
17/09/2019 |09:16
Redacción El Universal
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De engancharse a la Nintendo a esconder secretos de Inteligencia en las rendijas de un cubo de Rubik: la vida de Edward Snowden ha sido un salto del juego a la escapatoria, una aventura que ahora mezcla en sus memorias con un llamamiento a "reclamar nuestros datos" en la era de Internet.

"Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Tardé casi treinta años en reconocer que había una diferencia, y cuando lo hice, me metí en algún que otro problemilla".

Así comienza " Vigilancia Permanente" ("Permanent Record"), un autorretrato del extécnico de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) que hoy sale a la venta en 23 países, entre ellos EE.UU. en el pequeño sello Metropolitan; y en España, México, Colombia, Argentina, Brasil y Perú lo hace de la mano de Planeta.

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Seis años después de revelar los programas de vigilancia masiva de teléfonos e internet de la NSA, Snowden sigue siendo un héroe para unos y un traidor para otros, y sus memorias difícilmente convencerán a nadie de cambiarse de bando.

Pero, para un estadounidense que desde 2013 vive "exiliado" en Moscú, amparado por un asilo temporal para esquivar lo que -está convencido- no sería un juicio justo en EE.UU., contar su historia es una forma de "defenderse" de sus críticos, de hacer examen de conciencia y balance del impacto de sus revelaciones.

"La decisión de presentarme al público con pruebas de los delitos del Gobierno me resultó más fácil de tomar que la decisión, ésta, de ofrecer un relato de mi vida", asegura en el prefacio.

Parte del libro de Snowden es una carta de amor a los inicios de Internet, un medio que le fascinaba pero que, afirma, acabó corrompiéndose por lo que define como el "capitalismo de vigilancia": los intentos del Gobierno y las empresas de "monetizar" la "conexión humana".

Esa deriva erosionó lo que Snowden considera un "derecho humano fundamental", la privacidad, que sigue tan amenazada ahora como cuando destapó los secretos de la NSA: "Ese declive no ha hecho más que continuar, mientras las democracias han retrocedido hacia un populismo autoritario", lamenta.

La escapatoria de Snowden comenzó cuando tenía ocho años y sus padres instalaron en el comedor de casa su primera computadora. "Desde que apareció, el ordenador y yo fuimos inseparables. Si antes ya me mostraba reacio a salir y darle patadas a un balón, ahora la sola idea de hacerlo pasó a parecerme ridícula", recuerda.

Los videojuegos de Nintendo y otras consolas reforzaron su pasión por las pantallas y afilaron una mente tan afín a la tecnología que acabaría seduciendo a las agencias de inteligencia de EE.UU. a pesar de que Snowden nunca obtuvo un título universitario.

Pero fue un juego analógico, un rompecabezas del siglo XX, lo que acabó por convertirse en el talismán de Snowden y su aliado en la misión de sacar del país y entregar a la prensa 1,7 millones de archivos de la NSA : el cubo de Rubik.

Fue en ese puzzle cúbico donde el analista apoyaba, durante su etapa como contratista de la NSA en Hawái, la copia de la Constitución en la que se inspiró para decidir que lo que hacía su Gobierno violaba los derechos de los estadounidenses.

Y fue entre sus rendijas donde escondía las tarjetas SD, usadas normalmente en cámaras fotográficas, en las que almacenaba los secretos más preciados de la inteligencia estadounidense, que viajaban dentro del rompecabezas por todo su lugar de trabajo.

"Los guardas, y todo el mundo, me conocían en el Túnel como el niño del cubo de Rubik, porque iba siempre por los pasillos dándole vueltas a esos cuadrados (...) Se convirtió en mi tótem, en mi juguete espiritual y en un dispositivo de distracción", explica.

El Rubik permitió, también, que le identificaran en el lobby de un hotel de Hong Kong los periodistas a los que confiaría los datos, y unas semanas después tuvo que resistir la tentación de sacar el puzzle para calmar los nervios en el vuelo que le llevaba a lo que creía que sería solo una escala en Rusia rumbo a Ecuador.

Desde lo que considera un "exilio" forzado en Rusia, Snowden ha asistido a una serie de cambios en los programas de vigilancia estadounidenses, pero los considera insuficientes ante el creciente poder sobre los individuos de un régimen virtual dominado por EE.UU. y el "triunvirato imperial" que forman Google, Facebook y Amazon.

"Ahora mismo, seas quien seas, estés donde estés, en términos corpóreos y físicos, te encuentras además por todas partes, estás en circulación (...). Nuestros datos deambulan a lo largo y a lo ancho", alerta.

Aunque a Snowden le inspira "esperanza" la generación nacida después de 2000, su diagnóstico es pesimista y sus avisos, urgentes: "Si no actuamos ahora para reclamar nuestros datos, nuestros hijos quizá no tengan la capacidad de hacerlo", concluye.