Trece antiguos reyes del reino del Edomex se lo soplaron en un sueño en el cuenco de la oreja al príncipe Alfredo: las palabras mágicas de la trasmisión del poder:

El tío Arturo I alzó ambos brazos en señal de triunfo al acercarse al micrófono. El millar de personas abajo del templete, no aplaudía, no gritaba, no celebraba, pero tampoco vituperaba, quieta y silenciosa solo sostenía el respeto y la paz

Eran 30 mil las personitas que esperaban su mensaje final de campaña, y todos tenían la cara —y la sonrisita pícara— de la maestrita Delfina