Por supuesto que es imprescindible castigar a quienes han medrado con la función pública, a quienes han convertido el erario en negocio privado o lo han aceptado para financiar su carrera política. Nadie que haya cometido esos delitos debería escapar con impunidad. Sin embargo, mientras no se cambien las aguas en las que nadaron felices, los peces gordos seguirán reproduciéndose cada sexenio y siempre habrá uno o un puñado a la carta. Hoy es el turno de Emilio Lozoya y sus cómplices pero después