Hay rasgos en nuestros líderes que nos resultan familiares, cercanos, comprensibles. Son manías, obsesiones o fijaciones que compartimos. Cuando las vemos reflejadas en el espejo nacional, tendemos a ser empáticos, porque suponemos que nuestra reacción sería similar a la que externan ellos. A mí me pasa con López Obrador cuando muestra impaciencia por la irritante imprecisión que ingenieros, arquitectos y proyectistas tienen con las obras públicas. Tiendo a darle la razón por esa compenetración