Elevado al grado de ebullición el hartazgo, hace unas semanas un hombre solitario se acercó a la mesa de un restaurante-cantina cercano a la sede del Senado en la que comía el líder petrolero Carlos Romero Deschamps y el abogado panista Diego Fernández de Cevallos, para lanzarles una retahíla de insultos y calificativos