La nueva modalidad arquitectónica y pictórica que había nacido en las salas de cine de Hollywood había llegado a la capital y encontró varios dignos representantes a la altura de las mejores del mundo. El espectador no sólo acudía a ver una película, sino que vivía una experiencia casi mágica al entrar en uno de estos espacios en los que la fantasía daba rienda suelta a la imaginación. Texto: Carlos Villasana.