Como pocas veces, la asamblea fue multitudinaria. No faltó una abogada defensora de los animales, una joven amante de los loros, el señor de los gatos (que tenía una docena), un alimentador de palomas que temía por el envenenamiento de ellas

Lo que antes era una zona atractiva para los grandes corporativos, ahora sucumbe ante la falta de espacio y el caos vial en horas pico