Mientras los ahorradores defraudados por la financiera popular Ficrea viven la pesadilla de su vida, el vía crucis de los juzgados, las argucias de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores para evitar que entre a un concurso mercantil y la indiferencia de la Comisión Nacional de Protección para Usuarios de Servicios Financieros, el dueño de la intermediaria acumula propiedades en Estados Unidos