Una víctima fácil, debido al desprecio institucional, quasi mundial, ha sido la cultura. La cultura, en cualquiera de sus formas, literatura, pintura, danza, escultura, no ha sido, y ahora lo es menos, prioridad política. ¿Trump y Bolsonaro habrán cobijado entre sus manos un libro?; ¿qué leerá Putin para hacer lo que hace?; ¿quiénes son los gurús de Netanyahu para seguir pensando como lo ha hecho durante décadas?

La pandemia ha modificado la forma de morir y los ritos asociados al último proceso. Muchas desgracias concomitantes se sumaron. Enlisto tres. 1) El número de muertos y la rapidez de los eventos rebasaron la capacidad de panteones e incineradoras. 2) En ocasiones no fue posible localizar a los allegados. 3) La prisa para disponer de los cadáveres fue, y siempre lo será, un suceso maligno. Covid-19 expuso nuestras debilidades y mancilló nuestro orden.