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Solemos alarmarnos ante los índices lectores en México. El INEGI reveló este abril que un mexicano lee en promedio 3.3 libros al año, y que hubo un decremento de lectores en los últimos cinco años. Pero ante esto, ¿Por qué es importante mejorar las cifras? ¿Qué beneficios trae fomentar una sociedad lectora?
Primero, los prácticos. La comprensión lectora es una destreza necesaria para el éxito diario: para entender las noticias, los contratos que firmamos, las bases laborales, y las tareas escolares. Sin comprensión lectora, además, no se puede acceder a los conocimientos superiores, pues para llegar a la verdad de los fenómenos requerimos documentación y minuciosos análisis, que se logran mediante la lectura atenta y eficaz.
Por otra parte, nutridos beneficios se pueden obtener de la lectura que no es técnica ni académica, sino estética: la Literatura. El título “Lección de lectura”, lo tomé prestado de un libro de Mario Vargas Llosa (SNTE, 2014), compuesto por ensayos sobre la importancia de la lectura literaria.
El Nobel de Literatura peruano nos recuerda que la literatura pule y ensancha la sensibilidad. Las historias de poemas, cuentos y novelas despiertan el amor, la misericordia, el temor y el enojo. Nos ayudan a descubrir maneras de emocionarnos, con lo que la vida adquiere más sentido. Y lo hacen de forma económica y saludable, sin exponernos a derroches monetarios ni vicios.
La literatura, con ello, también es una útil lección de Inteligencia Emocional, ya que explorando los sentimientos de las historias, aprendemos, poco a poco, a evaluarlos y emplearlos de manera más provechosa.
Vargas Llosa apunta que la literatura nos ayuda a generar avances científicos, como lo logró Julio Verne. Y nos dota de lenguaje para describir mejor al mundo. Gracias a la literatura sabemos que es “Quijotesco”, “Sadismo”, o “Maquiavélico”. El lenguaje es pobre y las posibilidades limtiadas, cuando se carece de obras literarias.
Por último, la literatura es un poderoso artefacto para ambicionar mundos mejores. Al leer, dejamos de aceptar la realidad tal como es, y la imaginamos como se pinta en las grandes hazañas librescas. Con Don Quijote, por ejemplo, vislumbramos un mundo donde es posible luchar por causas desinteresadas, y dejar atrás las fatigas y vicios, para ir detrás de un compromiso noble. Al imaginar y anhelar una vida con dichas características, nos convertimos en combatientes para su alcance.
Un país con poca lectura, se priva de estos y muchos más beneficios prácticos y espirituales. El hábito lector no se logra con la donación de libros (de hecho, la mayoría son gratuitos en Internet), sino con el fomento en las escuelas, que debe ser obligatorio, pero también placentero y divertido. Hay sobradas maneras de lograrlo. Para este arranque de ciclo escolar, obremos unidos en la causa.