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Al final, Juan Carlos Osorio sí traicionó su método, su ideología, ante la presión de uno de los líderes de la Selección Nacional. Ha trascendido que Rafael Márquez tuvo una gran influencia en las últimas decisiones del estratega colombiano, al grado de hacerlo modificar lo que era su sello y que, gustara o no, había marcado este proceso: las rotaciones.
Para el tercer duelo de esta Copa del Mundo, el sudamericano había pensado realizar algunos cambios para enfrentar a los suecos, pero en una reunión con Márquez, quien habló —según se dice— por el resto del equipo, le solicitó mantener el 11 que jugó contra Corea del Sur en Rostov del Don, a lo que el técnico accedió.
Esta idea de olvidar las rotaciones se dio entre los jugadores desde antes de iniciar el torneo, cuando comenzaron a plantearlo, incluso, con algunos directivos de la Federación Mexicana de Futbol.
¿Por qué lo hizo? La respuesta más rápida sería la de no meterse en un problema de vestuario, aunque con ello perdiera en el renglón de la autoridad. Sobre todo en momentos decisivos, Osorio ha cabildeado el asunto con Márquez, con quien —incluso— al regresar del medio tiempo en el partido en Ekaterimburgo, se puede observar hablar en relación a lo que había sucedido en la primera mitad.
Para ese partido en Samara, el colombiano necesitaría hacer por lo menos un par de ajustes, entre los que se volvería a involucrar a Layún, para incorporarlo como lateral derecho. Con esto, se abre la ventana del extremo por ese mismo sector, y hasta habría pensado en modificar en el delantero.
Quizá por eso la molestia de Osorio el jueves en el entrenamiento, mientras intentaba explicar a sus jefes lo ocurrido un día antes. Probablemente, esas señas hacia el campo tenían que ver con los movimientos que uno de los que jugó no hizo y que había pensado con otro futbolista. Pero este lunes no puede fallar. Sigue como principal responsable ante los ojos de la mayoría de directivos y aficionados.