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Moscú.— Fecha: 13 de noviembre de 2015. La Selección Mexicana derrota 3-0 a El Salvador en la Ciudad de México, en partido de eliminatoria mundialista.
Fecha: 11 de junio de 2018, el Tri toca tierras mundialistas.
El Mundial ya comenzó.
Cuarenta y siete juegos después... Con más de 70 jugadores convocados, cientos de viajes, concentraciones... Todo se reduce ahora a tres juegos para intentar hacer historia y llegar al quinto partido, o más.
Pero de inicio, serán sólo tres, comenzando nada menos que contra el campeón: Alemania.
México ya está en tierras rusas. A las 18:54 horas local, (10:54 horas del centro de México), el avión tocó tierras y de él descendió toda la historia del futbol mexicano, una historia de frustraciones que tratará de cambiar la mano de un colombiano de 56 años. Juan Carlos Osorio.
Traje negro, de alta costura y que se usa sin calcetines. Así salieron los seleccionados del aeropuerto de Sheremetievo, al norte de Moscú.
Alrededor de diez personas recibieron al equipo mexicano. Estaban lejos, como a 20 metros de los escogidos para vivir su sueño, FIFA no los dejó acercarse, lo que propició gritos de desesperación... “Estuve tres horas aquí para tomarme una foto y ni siquiera se acercan, no sean mam...”, gritaban ante la indiferencia de la mayoría de los jugadores, los menos: Andrés Guardado, Marco Fabián, Memo Ochoa, Javier Hernández y Jesús Corona esbozaban una sonrisa para la foto, los demás, a lo suyo.
Hasta que salió Juan Carlos Osorio, el hombre que ha aguantado por más de tres años todo tipo de críticas en su contra, unas merecidas y las otras quizá no tanto... Saludó a lo lejos, subió al autobús y después atendió a los medios de comunicación congregados en el aeropuerto. Habló de forma corta, pero concisa, denotando que ahora sólo piensa en el partido contra la poderosa Alemania.
“Alemania —dijo el colombiano—, sin lugar a dudas es favorito para [ganar] el Mundial, pero nosotros lo vemos como una gran oportunidad para competir con los mejores. Va a ser un partido extraordinario”, dijo con una sonrisa.
Lo ha dicho abiertamente en diversas ocasiones, tomó a la Selección Mexicana, “porque con ella tenía la posibilidad de vivir el más grande sueño”, dirigir una Copa del Mundo, y cuando lo consiguió no se conformó, “no hay que vivirlo ni dormirse por lo conseguido”.
Ha llegado la hora de la verdad, se hace realidad lo hablado.
“Sacamos buenas conclusiones del último juego [la derrota 2-0 ante Dinamarca en juego realizado en Copenhague], así que lo que hemos preparado en casi 50 partidos hay que mostrarlo ahora”.
El plan ya está trazado, hay plan A, plan B, quizá hasta C para tratar de superar o de no ser vapuleado por los alemanes y también los otros dos rivales que vienen después: Corea del Sur, en Rostov, y Suecia, en Ekaterimburgo.
“Tenemos definido lo que queremos hacer ante cada uno de los rivales, ahora hay que ejecutarlo”.
Lejos está aquel 13 de noviembre de 2005. Esa noche, el Azteca, en su primer juego como seleccionador nacional, salió con la mano en alto, ahora, años después es como volver a iniciar, pero nada menos que contra el campeón del mundo, contra el tanque, contra Alemania.