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gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx
San Petersburgo.— Cuando se juega en Europa, como es en esta ocasión, la Copa del Mundo tiene un frecuente finalista: Francia, que lo ha logrado en los últimos tres disputados dentro de este continente (Francia 1998, Alemania 2006 y ahora Rusia 2018).
Didier Deschamps lo logró. Dominadores absolutos de su sistema, los jugadores de Francia buscarán el domingo —en el estadio Luzhniki de Moscú— su segundo título mundial, primero fuera de casa.
En el primer tiempo, los 20 minutos iniciales fueron de Bélgica. Seguramente, así fue planificado por el entrenador francés, para generar desgaste de los hábiles delanteros de los Diablos Rojos, encabezados por un formidable Eden Hazard, pero con un errático Romelu Lukaku.
El cuadro belga no aprovechó su dominio, lo que es un error garrafal cuando tienes enfrente a un equipo con tanto talento, que —si bien— pareciera mostrarlo a cuentagotas, es indiscutible.
Así ha sido el andar de Les Bleus durante esta Copa del Mundo. Siempre dejan la impresión de que pueden dar mucho más, pero resuelven los encuentros y ahora están a uno de levantar la anhelada Copa FIFA.
Aquella jugada del minuto 21, cuando el guardameta Hugo Lloris dejó en claro su papel de salvador francés, al atajar un remate del central del Tottenham Hotspur, Toby Alderweireld, fue un punto de quiebre en el encuentro. Después de eso, el adormilado equipo vestido de azul disparó hacia el frente y no terminó con ventaja en los primeros 45 por las fallas en la definición de Olivier Giroud, quien volvió a demostrar ser un futbolista que encaja a la perfección en la sinfonía pretendida por Deschamps. El problema es que no le acompaña la contundencia.
Pero 50 minutos fueron suficientes para definir al primer finalista en Rusia 2018. En un tiro de esquina, se levantó el central más bajito del campo —Samuel Umtiti— y conectó el esférico ante la pérdida de marca de Alderweireld. La dramática reacción de Marouane Fellaini para evitarlo no fue suficiente, porque el futbolista del Barcelona lo hizo perfecto, con una de las pocas formas para batir a un portero de la categoría y clase de Thibaut Courtois.
La reacción belga no fue suficiente para empatar. Pocas ideas, tiros lejanos, y cuando acertaban a la portería, Lloris siempre solucionó el problema a su estilo: sobrio, calculador y efectivo. El portero galo volvió a marcar diferencia.
El estratega español de Bélgica, Roberto Martínez, apostó por Moussa Dembélé y Fellaini; el primero, para cubrir la suspensión de Thomas Meunier, y el segundo, sopresivamente tomó el lugar de Dries Mertens, quien —aunque apareció en la parte complementaria— estuvo mucho tiempo en el banquillo. Fue bastante ventaja dejar fuera del encuentro a uno de sus mejores futbolistas.
Centros, tiros, desbordes, pero Francia —siempre bien ordenada y solidaria en defensa— soportó. Tal vez podría mostrar más ofensividad, por el equipo que tiene, pero Deschamps es frío y calculador para plantear los partidos. No le importa la estética, le interesa ganar como sea.
En los Campos Elíseos se escucha con más volumen La Marsellesa, el “¡Vive La France!”, que hacen recordar a los monstruos europeos, porque no hay nadie tan dominante —en los últimos Mundiales celebrados en estas tierras— que Francia.
Un detalle que parecería menor, pero que debe preocupar a la FIFA, es que el hecho de que no llegara Brasil a la semifinal afectó a la taquilla. Extrañamente, se quedaron vacíos más de 5 mil asientos del espectacular estadio de San Petersburgo. Su capacidad es para 70 mil aficionados y solamente asistieron 64 mil 286. Fuera de lo normal para una semifinal de Copa del Mundo.