La historia de Hirving Lozano no es nueva en el futbol, pero no por eso carece de valor.

A corta edad, encontró en el balón a ese compañero que siempre le hace falta a un niño que se siente especial y como especial era, el Pachuca, le echó el ojo.

Pero como dicen todos los que llegan, “no fue sencillo. Si te contara todo lo que pasé, no acabaríamos, fueron días de no saber qué hacer, preguntarse si estaba bien lo que había escogido, pero al final, todo valió la pena”.

Hirving, dice, no tiene tiempo de contarlo, el andar del futbolista en Rusia es rápido, las preguntas son contestadas con la mayor velocidad posible, cuidando muy bien las palabras, sin salir del libreto.

Hubo un momento en que sí, Hirving Lozano estuvo a punto de desaparecer del mapa futbolístico por dos razones: la cuestión física y la disciplina. Marco Garcés, director deportivo del Pachuca, le ha contado a EL UNIVERSAL Deportes en diversas ocasiones, “en una etapa en fuerzas básicas se estuvo a punto de darle las gracias. No embarnecía, estaba muy flaquito, muy chiquito, y eso no le alcanzaba, a pesar de sus grandes condiciones”.

¿Qué le hizo madurar?

“Simplemente su carácter”, agregó Garcés. “Hirving se dio cuenta de que para que lograra lo que quería, no tenía que darse por vencido. Se esforzó en lo que hacía falta y mírenlo dónde esta”.

Se siente cómodo y contento, muy feliz con tener a Javier Hernández como compañero en el ataque, “se merece todo lo que ha logrado. Nos estamos entendiendo bien”. Se siente feliz, porque Juan Carlos Osorio confía plenamente en él, “siempre me he sentido apoyado por el profe”. Se siente dichoso porque su familia, su esposa y sus dos hijos lo han hecho madurar, le han puesto los pies en la tierra. Se siente feliz, porque es el consentido del Tricolor. Es el Chucky el de la historia de superación, digna de ser contada.

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