La comida es un elemento de cohesión social
, cuya presencia en las actividades de la vida social, como observar un partido de futbol , apuntala con fuerza el sentido de pertenencia, que da el hecho de apoyar a un mismo equipo.
(foto: reuters)
Liliana Martínez Lomelí, socióloga de la alimentación
, egresada de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, ofrece alguna reflexiones sobre alimentación y futbol , a propósito de la Copa del Mundo, que culminará el domingo próximo.
El fenómeno de la afición al futbol es un caso de estudio digno de las ciencias sociales, apunta Martínez Lomelí.
Es uno de los deportes que no distinguen condición social, cultura, raza o latitud de los aficionados.
Algunos estudiosos de las ciencias sociales, sostiene la especialista, afirman que la universalidad del futbol radica en que donde haya un balón, siempre hay posibilidad de armar una cascarita improvisada, en una extensión de tierra.
A diferencia de otros deportes, que precisan de un espacio adaptado para jugar o de un equipamiento más sofisticado.
El futbol responde a necesidades humanas como el sentido de inclusión y pertenencia, es decir, ser congregados en un equipo, la identificación con un grupo de pares con los que se comparte una actividad, la necesidad humana de actividades que generen cierto placer o disfrute.
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Y en este sentido, apunta la socióloga de la alimentación, es uno de esos hechos sociales que ofrecen funciones sociales similares al hecho de alimentarse.
Si bien es una necesidad en principio biológica, la alimentación también nos identifica, nos une con un grupo social y nos proporciona placer y disfrute, ya sea por el alimento que comemos, por la ocasión y el disfrute.
“Reflexionar acerca de la relación entre afición al futbol y comida nos remite inevitablemente a nociones de rituales”, destaca.
Para algunos aficionados del deporte, observar un partido adquiere nociones rituales, puesto que además de que existe un componente lúdico en la actividad, también hay elementos de cohesión social.
Y hay códigos de comportamiento especiales que se comparten al momento de ver el partido, continúa Martínez Lomelí, los gritos de emoción, lo que se le grita al portero, las palabras altisonantes, las porras, las lágrimas compartidas en la derrota o en la euforia del triunfo.
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“Todos estos códigos no son manifestaciones aislantes, incluso, algunas personas llegan a sentir que contagio de la emoción, tal y como sucede en algunos ritos religiosos”.
¿Podemos imaginar el ver un partido en el estadio en ausencia de comida y/o bebida?, cuestiona la especialista.
Incluso, si lo observamos en casa, en el lugar de trabajo o en un lugar público, generalmente en un establecimiento de comida, ¿podemos imaginar verlo en ausencia de botana, de desayuno – en el caso de los partidos de este mundial de Rusia – o de bebida?
La relación de la comida que se consume y el hecho de ver un partido de futbol, ya sea en el estadio o en una pantalla, es un ritual dentro del ritual, subraya.
Es decir, el hecho de observar un partido de futbol tiene un sentido ritual y la comida por sí misma tiene también sentidos rituales, dependiendo de dónde, con quién y cómo la consumimos, resalta la especialista.
De esta forma, alrededor del mundo existen alimentos que tienen significados diferentes que son dados precisamente por el consumo en el estadio mientras se ve un partido.
(foto: reuters)
Por ejemplo, explica, los cueritos en algunas ciudades de México son irremediablemente asociados a la actividad de ver un partido.
En Argentina el choripán y en varias ciudades europeas las semillas de girasol son la botana del estadio, así como las salchichas y la cerveza.
“Los alimentos cohesionan y dan un sentido de solidaridad”, dice.
Y evidentemente este sentido se exacerba cuando más allá de creencias religiosas, posición social o ideología política, los 52 millones de mexicanos que vieron en su televisión el México- Alemania se unieron para apoyar al equipo nacional.