Estar en la zona de confort produce lo que comúnmente se llama ceguera de taller. Quiere decir que percibimos una realidad que no nos gusta del todo pero tiene algunas ventajas. Estas ventajas pudieran ser muy buenas por un tiempo, pero eventualmente comienzan a cobrar facturas. Las ventajas cobran un precio cada día más elevado, y el error que cometemos muchas personas es pagarlo. Pagar cualquier precio con tal de no ir hacia lo que nos parece desconocido.
Para salir de la zona de confort primero habría que darnos cuenta de lo qué pasa. ¿Cómo combatir la ceguera de taller? A veces ayuda hablar con alguien, escuchar opiniones que no necesariamente vengan de amigxs que nos den por nuestro lado. Es bueno hablar con gente que piense distinto a nosotrxs porque nos da perspectiva o bien nos puede abrir los ojos a la realidad. Una vez que podamos, aunque sea ver un destello de nuestro presente lo siguiente es tomar la decisión de actuar. Actuar lo más rápido posible que no significa por regla dar un paso gigante. A lo mejor es un pasito, un pequeño cambio pero puede generar fortaleza para lo siguiente. Así de poquito en poquito pero constante lograremos cambios que nos puedan significar verdaderas experiencias de vida.
La zona de confort es un estado mental muy peligroso. Puede resultar bueno de vez en cuando para respirar, replantear, pero si nos estacionamos ahí esa comodidad eventualmente se convierte en una lápida que nos impide ver y mover. Aunque no parezca también genera un estrés silencioso que va ganando espacio en nuestros días. Queremos salir de ese estado mental pero no nos atrevemos. Esa posición de querer y no hacer es mucho peor que enfrentar el mismo miedo que nos da tomar acción. Estar en ese limbo de indecisión hace mucho más daño que lo que pensamos que nos puede hacer decidir y actuar. Incluso si nos llegamos a equivocar, al menos ya sabemos. No hay cosa que te haga sentir más vivx que salirte de la zona de confort.
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