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Yaremi, de 10 años, y residente del puerto de Veracruz, llegó en marzo de 2018 a la Ciudad de México. Helena, su madre, peleó por más de seis meses con los médicos y el personal administrativo del IMSS Veracruz por la falta de atención a su hija. Un piquete en su brazo crecía día con día y a pesar de ser derechohabientes lo único que recibían eran citas con meses de postergación y respuestas como “sólo es un piquete de araña” o “no es para tanto”. Las excusas siempre eran las mismas: demasiada gente, poca capacidad en el hospital y que no tenían especialistas disponibles.
Su situación no es única. En un pequeño garaje de una casa que se ubica atrás del Centro Médico Siglo XXI, la Fundación Por un Hogar montó un pequeño comedor comunitario al que diariamente llegan más de una docena de personas en búsqueda de alimento o un pequeño cuarto para pasar la noche. Todos están en la capital solicitando la atención médica que no lograron darles en sus estados de origen.
A pesar de que ocho de cada 10 mexicanos, es decir 98 millones, tienen acceso a algún tipo de seguridad social, 90% de los centros de salud que existen en México, es decir, 30 mil 554, son apenas de primer nivel. Esto significa que sus recursos son principalmente los básicos para atender enfermedades comunes y la capacidad de estos sitios se vuelve limitada frente al exceso de demanda. Uno de cada cinco, es decir, 6 mil 104, se encuentran en Veracruz, Oaxaca y Chiapas, pero si ahí mismo se busca un hospital especializado, las opciones se reducen apenas a 10.
Además, la fuerza laboral y las unidades de salud mejor equipadas también están concentradas en ciertas regiones de la República. Mientras que en la capital hay cuatro médicos por cada mil habitantes, en otras entidades se registran de uno a dos, de acuerdo con estadísticas de la OCDE hasta 2016.
Esto provoca que la salida más viable para los pacientes que requieren atención especializada se convierta en viajar a alguna de las principales ciudades del país: Ciudad de México, Estado de México o Jalisco. Ahí se localizan 90 de los 180 hospitales de tercer nivel que hay en el territorio mexicano. “La fragmentación del sistema y una ineficiente distribución de unidades ha generado que aún existan lugares en donde los pacientes tengan que recorrer grandes distancias para recibir atención”, detalla el estudio Informe sobre la salud de los mexicanos 2016 de la Secretaría de Salud (Ssa).
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Hasta 2015, se tenía el registro de 9 mil 471 médicos cirujanos en México, pero a excepción de la Ciudad de México ningún estado tiene más de mil en sus centros de salud. En la capital se cuenta con 18 de estos especialistas por cada 100 mil habitantes, mientras que entidades como Guerrero, Oaxaca o Chiapas tienen apenas entre seis y siete por cada 100 mil pobladores.
Lo mismo ocurre con los médicos internistas, de un total de 7 mil 435, 16% se concentra en la capital. En el resto de las entidades del país esta cifra no supera los 800 doctores. Esta fue una de las causas que llevó a Helena a viajar cinco horas en búsqueda de un especialista y un tratamiento adecuado para el tumor que crece en el brazo de su hija Yaremi.
Ser derechohabientes no fue suficiente para que encontraran en su estado una atención lo suficientemente especializada. “Es una mentira decir que la afiliación es igual a mayor acceso a la salud. Lo indicado sería decir que se redujeron o previnieron de forma importante enfermedades como el cáncer”, asegura Gustavo Leal Fernández, especialista en salud de la UAM.
Aunque el propio instituto fue el que las canalizó con el hospital de la Ciudad de México, su tarea hasta ahí llegaba. El diagnóstico estaba hecho. De ahí en adelante ellas tenían que ver por su traslado hasta la capital. En la ciudad los resultados se confirmaron. Los médicos decidieron que operar a la menor no era la mejor opción. “Si la operan ahorita se corre el riesgo de que se desangre o de que pierda el brazo. Necesitan reducir el tamaño del tumor con quimioterapias y después ver si es posible intervenirla”, cuenta Helena. Cada uno de estos pasos les cuesta dinero y tiempo en una ciudad en la que están solas.
El Centro Médico Siglo XXI les ofreció una habitación temporal durante el tiempo que tomara realizarle los diferentes estudios a Yaremi. Un mes, esa era la fecha límite que Helena tenía en mente. Cuando terminó todo, ambas tuvieron que dejar el cuarto. Volver a Veracruz era imposible. La menor de 10 años todavía necesitaba esperar una dosis de vacunas que tardarían una semana más. Costear otro trayecto era impensable. Quedarse tampoco parecía un plan sencillo.
Helena tiene una segunda preocupación: perder su trabajo. Tiene semanas sin presentarse por estar con su hija en la ciudad. Pero el esfuerzo de llegar a un sitio desconocido ha valido la pena. “La verdad es que no me puedo quejar de la atención de aquí. En 15 días hicieron lo que en seis meses no pudieron los del IMSS de Veracruz”, asegura.
Además, se han dado cuenta de que no son las únicas. Cientos de familias y enfermos de otros estados buscan atención en la capital. Es por eso que el propio IMSS tiene albergues donde se paga entre 50 y 60 pesos al día por hospedarse, pero pagar esta cantidad diariamente es incluso impensable para muchas de las familias que gastaron más de la mitad de sus recursos en viajar a la ciudad y tratar su enfermedad.
Atención pobre
Entre 2006 y 2017 se construyeron un total de 3 mil 117 establecimientos de salud en México, ocho de cada 10 eran de primer nivel, es decir, de salud preventiva, por lo que muchas veces tienen menores recursos por ser la primer entrada a este sistema. El otro lado de la moneda muestra apenas 44 hospitales de tercer nivel construidos en el mismo periodo.
Aunque no hay un registro público actualizado, los datos oficiales reflejan que la mayor cantidad de los recursos médicos se encuentran en la capital. Esto deja a los estados con apenas lo básico para cubrir las necesidades de su población.
Esta necesidad de atención lleva a las familias a migrar a lugares como la Ciudad de México, en donde albergues como el que dirige Jesús Godínez son una pequeña mano que los ayuda con sus gastos. El comedor de la fundación también está lleno todos los días. En una mesa están la señora Elizabeth y su hijo Daniel, de 12 años, ambos originarios de Tabasco. Desde febrero tuvieron que mudarse. El menor tiene cáncer y en su entidad no hay medicamento para las quimioterapias.
Este panorama también lo vive Rogelio, quien acude al comedor con frecuencia. Su pequeña hija está internada en el Hospital Infantil de México porque en Chiapas, su estado de origen, no hay medicamento ni especialsitas.
Por otro lado, Guadalupe, de 60 años, espera junto a su hija en una banca del Centro Médico. Cada 15 días viaja desde Guerrero para recibir su tratamiento. No hay otra opción. Está afiliada al IMSS, pero el hospital más cercano está a hora y media de su hogar. “Donde vivimos sólo hay de esos centros que te curan la gripa y los sábados y domingos no hay doctor”, cuenta.
Yaremi, Daniel y Guadalupe, estos tres nombres son el ejemplo de un vaivén de cientos de familias que viven en el peregrinar de kilómetros únicamente para encontrar un doctor que los pueda ayudar.