Hay una corriente de crítica negativa sobre el uso creciente del lenguaje incluyente en los actos y documentos públicos. Y es preocupante que llame más la atención que no se atiendan —según los opinantes— algunos criterios gramaticales, que la violencia simbólica que con esta acción de forma y fondo se busca combatir.

Únicamente mediante el lenguaje entendemos y nos explicamos la realidad. Lo que no se nombra no existe. Por ello importa que las mujeres sean nombradas en una acción afirmativa incluyente que busca —y lo ha logrado—, cuando menos hasta ahora en el discurso, hacer visibles a las mujeres.

Desde el aprendizaje de las primeras letras, se nos enseñó que en nuestro idioma, masculino es el género “no marcado” o que se considera neutral para referirse a grupos de mujeres y hombres, aunque tales grupos los integren más mujeres que hombres; porque el español, como otras lenguas, —afirmamos sin exageración porque así lo explica la historia—, es un idioma surgido en una sociedad androcéntrica y patriarcal, que excluía a las mujeres del espacio público y sólo se les nombraba  en posiciones de subordinación.

Debe cambiar esa injusta cultura de menosprecio a las mujeres —y que también relega a las niñas y niños, personas con discapacidad, indígenas, personas adultas mayores y afrodescendientes, etc.— e infortunadamente continúa siendo promovida por los medios de comunicación.

Se excluye a las mujeres de la participación pública mediante la reproducción de estereotipos y la exaltación, generalmente con fines comerciales, sólo de sus atributos sexuales o se las ridiculiza, si reclaman igualdad de oportunidades, derechos y trato. Por inercia, con intención o sin ella, pero irresponsablemente, los medios impulsan la violencia contra las mujeres.

Se ha intentado justificar esas prácticas discriminatorias, acudiendo a la libertad de expresión sin tomar en cuenta que los derechos humanos deben entenderse y aplicarse de manera armónica e integral. El ejercicio de un derecho no puede ser usado como justificación para vulnerar otros.

La violencia que aparece en los medios está presente no sólo en los mensajes que transmiten sino en la información que omiten. En 2011 la UNAM realizó un estudio para determinar el tratamiento noticioso que en México, la prensa escrita y los espacios de noticias de televisión y radio daban a la violencia contra las mujeres, la  desalentadora conclusión fue que la visibilidad en las noticias no muestra la violencia como un problema social de interés público, relacionado con la desigualdad entre mujeres y hombres, sino que predomina la información de casos individuales, sin mencionar o analizar el problema social o estructural que la genera.

El año pasado, en estas fechas, la UNESCO, la UNAM, la Alianza Global de Medios y Género (GAMAG), el Sistema Público de Radiodifusión (SPR), que coordina a medios como el Instituto Mexicano de la Radio (IMER), Radio Educación, Canal 11 y Canal 22; la Organización Editorial Mexicana (OEM), y la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI), que agrupa, entre otras, a las plataformas digitales Facebook, Google y Twitter, firmaron el Pacto por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas.

Este Pacto establece compromisos para que los medios institucionalicen y apliquen prácticas concretas que eliminen la violencia contra mujeres y niñas, entre esas medidas destacan: promover la erradicación de estereotipos sexistas y la apología de la violencia contra las mujeres en sus contenidos, impulsar la participación paritaria de las mujeres en su estructura profesional y crear mecanismos internos para promover espacios laborales libres de violencia para las mujeres, lo que implica la emisión de protocolos de atención a víctimas de violencia de género.

Durante la presentación del Pacto, suscrito el 26 de noviembre de 2019, la abogada Andrea Medina, especialista en el tema, explicó que, semanalmente se hacen públicos casi 10 mil tipos y modalidades de violencia contra las mujeres en radio, televisión, prensa escrita y revistas de mayor cobertura y consumo nacional.

La violencia simbólica sustenta otros tipos de violencia, porque el reiterado poder de las costumbres, tradiciones y prácticas cotidianas refuerza y reproduce relaciones surgidas del dominio y sumisión de las mujeres: por ello es tan importante identificarlos y rechazar esos encubiertos mensajes transmitidos por los medios de comunicación.

Tener plena conciencia de los contenidos culturales que consumimos también es una forma de empoderar a la mujer, por lo que todos, sin excepción de sexo, debemos ser responsables y exigir a los medios de comunicación que cesen la reproducción de estereotipos que estigmatizan y violentan a mujeres y niñas.

Magistrada de la Sala Superior y Presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género delTribunal Federal de Justicia Administrativa.
Twitter: @z_mosri

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