Cuando Virginia Wolf –la destacada escritora y feminista inglesa- insistía en la importancia de que las mujeres tuvieran un espacio propio, se refería no sólo a una habitación privada o a la autonomía económica, sino a que también fueran auténticas dueñas de su tiempo libre.
Los roles de género imponen a las mujeres labores que les impiden disponer libremente de su tiempo. En su informe “Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado”, ONU Mujeres, señala que “el cuidado no remunerado sigue siendo el impuesto oculto y más alto para las mujeres en términos económicos y de tiempo”, puesto que restringe su posibilidad de tener ingresos propios, buscar opciones en el mercado laboral o participar en actividades políticas y sociales, relegándolas además en la protección social. (ONU Mujeres, 2015)
Los estudios de género han denunciado que los análisis económicos tradicionales no toman en cuenta el trabajo doméstico (limpieza, cuidado de las personas adultas mayores, con discapacidad y niñas, niños y adolescentes, preparación de alimentos, etcétera) y su valor específico para la economía de los países, aunque éste sea vital para el sostenimiento de la vida, como lo ha señalado la OXFAM.
Conforme a la “Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado del INEGI”, en 2019 el trabajo no remunerado de los hogares en México ascendió a 5.5 billones de pesos, que representó el 22.8% del PIB nacional. De la cifra anterior, el valor de las labores domésticas y de cuidados, de acuerdo con la persona que lo realiza, identificó que el promedio nacional para las mujeres fue de 62,288 pesos, en tanto que para los hombres fue de 24,289 pesos. Lo que se explica al considerar que las mujeres dedicaron un promedio de mil 974 horas a esas labores, en tanto que los hombres solo les destinaron 79 horas.
Los principales obstáculos que imposibilitan a las mujeres acceder en condiciones de igualdad a la educación y al empleo remunerado se relacionan con la maternidad y el trabajo no remunerado asociado a ésta, porque socialmente se han considerado obligaciones exclusivas de las mujeres; por esta razón, la creación de un sistema nacional de cuidados es indispensable para promover que las mujeres puedan elegir libre y voluntariamente dedicarse a esas labores, sin que la pobreza y los estereotipos de género las obliguen a hacerlo.
La reforma a los artículos 4 y 73 de la Constitución que prevé la creación del Sistema Nacional de Cuidados, propone que el Estado garantizará el derecho al cuidado digno con base en el principio de corresponsabilidad entre mujeres y hombres, las familias, la comunidad y el mercado. Justa posición que busca superar los estereotipos y la equivocada creencia de que el cuidado de las personas corresponde al ámbito personal individual de cada quien.
Aceptar que todas y todos tenemos derecho al cuidado, pero también la responsabilidad de cuidar a otras personas, es una premisa ineludible para las sociedades democráticas. La actual pandemia ha mostrado que la limpieza, alimentación, vestido y cuidados, no son actividades que puedan mecanizarse o transferirse a un servidor, sino que requieren la participación directa y responsable de las personas que las realizan, no tanto por el esfuerzo físico que exige su ejecución, como por la planeación, administración y gestión de recursos que éstas requieren y que suele ser otro trabajo invisible e infravalorado dentro de los hogares y una vez más, realizado principalmente por mujeres.
Son frecuentes los discursos sobre la importancia de la infancia, incluso en 2011, se incorporó al artículo 4o. constitucional, que en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos (derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral). Si bien, ese principio debe guiar el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la niñez, en esa decisión política fundamental no se ha considerado a las principales cuidadoras de la infancia, las mujeres.
La creación del Sistema Nacional de Cuidados avanza, pero siguen sin concretarse, por lo que México infortunadamente carece hoy de la posibilidad de materializar las condiciones necesarias para garantizar a las personas su derecho al cuidado y ofrecer a las mujeres, condiciones más favorables para la libre elección de sus proyectos de vida.
Magistrada de la Sala Superior y Presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Tribunal Federal de Justicia Administrativa
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