Cada vez que hay elecciones en Estados Unidos los países latinoamericanos celebramos que nuestras instituciones comiciales sean más sofisticadas que las de la nación más rica del mundo. No es sólo la ausencia de colegios electorales que distorsionan la voluntad popular. Importa también la profesionalización de los cuadros electorales, los límites de gasto en campaña y la velocidad con que se ofrecen resultados.
Lo cierto es que –como en el futbol– las distancias se han ido acortando. De hecho, el proceso 2020 en EUA ofrece ya algunas experiencias que pueden ser de interés para otras naciones.
Es el caso del desdibujamiento del concepto de “jornada electoral”. Se tienen registrados más de cien millones de sufragios emitidos antes del 3 de noviembre. Dos de cada tres personas votaron antes del día de los comicios.
Evidentemente ese crecimiento en el voto anticipado encuentra fundamento en el temor de las personas a ser contagiadas de COVID-19. Prefieren evitar las aglomeraciones de la jornada electoral.
Algunos estados entendieron ese riesgo y, aprovechando su experiencia previa, flexibilizaron las opciones de emisión del sufragio. Así, la opción postal que en un inicio estuvo pensada para captar los votos desde el extranjero, en 2020 fue atractiva para 65 millones de electores, dentro y fuera del territorio nacional. Otros 36 millones dejaron su voto en buzones colocados en puntos estratégicos durante los días previos a la jornada, incluyendo opciones desde la ventanilla del coche.
Es posible que – en plena pandemia – EUA haya alcanzado niveles de participación que no se habían visto desde más de cien años. Todo ello es resultado de una combinatoria de flexibilización de leyes, creación de infraestructura, adaptación del servicio postal y políticas de comunicación precisas. En algunos estados ni siquiera fue necesario que el votante justificara por qué quería sufragar anticipadamente.
¿Cabría pensar en opciones de voto anticipado para países latinoamericanos? Los tratados internacionales no obligan a que la jornada se desarrolle en un día único. Por el contrario, incluyen provisiones que han permitido voto anticipado en situaciones excepcionales.
Del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos han derivado estándares internacionales que se deben cumplir en el proceso de votación. Estos incluyen la necesidad de identificar debidamente al votante, garantías para la secrecía y libertad del sufragio, la presencia de representantes de los partidos contendientes, entre otros. Es necesario garantizar que boletas y votos se almacenen bajo muy estrictas medidas de seguridad.
Los países de la región han encontrado más fácil implementar esos requisitos en un día único. Así se ha legislado en constituciones y normas electorales. Muchas, sin embargo, ya se han flexibilizado para permitir el voto de su diáspora, o bien el de personas con discapacidad.
Valdría la pena que los congresos latinoamericanos revisaran si es posible flexibilizar más esos lineamientos y permitir a sus autoridades electorales implementar votaciones anticipadas, en los casos en que las condiciones sanitarias lo justifiquen. Las experiencias recientes de Bolivia y República Dominicana demuestran que, aunque se mantengan sanitizadas las casillas, las filas de personas esperando entrar son puntos muy peligrosos para el contagio. Un esquema de voto anticipado evita la dispersión del virus con mayor eficacia.
El Legislador mexicano dejó ir la oportunidad de regular el voto anticipado en los tiempos adecuados para hacerlo. Para la elección 2021 corresponderá al INE y a los institutos electorales locales, flexibilizar lo que se pueda dentro del estrecho margen de los códigos comiciales.
Ojalá que para el futuro sí se aprovechen experiencias exitosas que, como la de Estados Unidos, ya demostraron incrementar los niveles de participación, sin poner en riesgo la salud de las personas.
@yuribeltran