Elegir es ineludible a lo largo de toda nuestra vida y para cualquier actividad que realicemos. En ese sentido, de alguna manera estamos en constante toma de decisiones. Sin embargo, la gran mayoría nos encontramos en esa búsqueda constante de tomar siempre las mejores. Y es que, en general, la sociedad nos quiere obligar a no errar, a siempre acertar, pero en la realidad eso es casi imposible de alcanzar.

Estoy sorprendido de que hasta existe algo llamado decidofobia, que no es otra cosa que el miedo irracional y enfermizo a tomar decisiones; y algo ya más clínico es la aboulomanía, la cual es un trastorno mental donde se carece de fuerza de voluntad y cuenta con una indecisión patológica, lo cual provoca que constantemente se revalúen las elecciones que se hacen y el paciente las tiende a calificar de una manera negativa. Pero bueno, estas ya son situaciones bastante extremas, sin embargo, existen.

¿Cuántas veces te has quedado, sin moverte?, porque estás a punto de tomar una decisión que tú consideras de suma importancia y que va a repercutir de manera extraordinaria en tu vida: ¿tomarlo o dejarlo?, ¿seguir o quedarte?, ¿avanzar o retroceder? Ojalá fuera tan sencillo como tomar una u otra elección, a la vida le gusta jugar y nos pone muchas más opciones enfrente, ya depende de nosotros las que queramos ver.

Hay relaciones por terminar y otras por comenzar y me refiero de todo tipo, no solo de pareja, hay emociones por sanar y sentimientos por dejar pasar, trabajos por cambiar, hábitos por dejar atrás. Tenemos que saber elegir que batallas queremos pelear y de cuáles es mejor retirarse, tantas elecciones por tomar.

¿Qué es lo que en ti ha provocado indecisión?, tenemos esa falsa creencia que tenemos que ir a lo seguro, como si eso de verdad existiera. Le tememos tanto al equivocarnos que hasta nos podemos equivocar en no elegir.Pero, ¡anímate!, no todo lo que dejamos pasar pudo haber sido bueno, no nos hagamos telarañas mentales y nos carguemos con ese pesado “hubiera”, lo que fue es y ya. Como dice Facundo Cabral, “en una eternidad siempre se puede empezar de nuevo”.

¿Qué te detiene?, ¿por qué no vas?, ¿por qué no intentas? Nos preocupamos tanto y nos ocupamos menos, se nos olvida que al final vamos a morir y la gran mayoría de las ocasiones nos quedamos en medio de lo que somos y de lo que los demás quisieran que seamos.

La indecisión también se traduce en inmovilidad, muchas veces no estamos solos, así que esto provoca daños colaterales a las personas que comparten con nosotros su camino, y no es que seamos responsables de los demás, pero si debiéramos ser responsables de nosotros mismos. Por supuesto que no quiero decir, que nos aventemos a todo y decidamos sin meditarlo ni un momento. Desde lo más banal, hasta lo más profundo, requiere su grado de reflexión. Toma en cuenta lo que una vez me dijo un gran amigo: “mucho análisis genera parálisis”.

La gran mayoría de nosotros no decidimos por miedo, miedo a equivocarnos y elegir mal, le tememos más al fracaso por el señalamiento de los demás que a lo que realmente queremos, en esta vida, solo se gana o se aprende, jamás se pierde.

Espero que la vida jamás se te detenga, por la indecisión, que todo fluya. Por último, te dejo con una frase que he visto en redes sociales, pero me parece bastante atinada para el tema que estamos hablando: “Después el café se enfría, la prioridad cambia, el encanto se pierde, temprano se convierte en tarde, la añoranza pasa, las cosas cambian. Después envejecemos, el día es noche… después la vida se acaba”. Nunca dejes las cosas para más tarde. La indecisión no puede ni debe durar mucho tiempo.

¿Qué tanto se ha detenido tu vida por no elegir? Ya no lo permitas. Por fin, ¿te podrás decidir?

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