En algún momento, la gran mayoría hemos escuchado testimonios de personas que estuvieron al borde de la muerte o incluso que según fallecieron por unos segundos. Pero antes de ello, atestiguan que es como si esos momentos fueran muy largos y duraderos, en los cuales ven pasar su vida como si fuera una película en cámara rápida. Son esos instantes donde llegamos a valorar a las personas más importantes y significativas de nuestra vida. Esas que se encuentran ahí, pero que con la rutina a lo mejor no les prestamos el tiempo y la atención suficiente.

Esta narrativa también la podemos ver en las películas, leer en algunos libros, podríamos decir que es una situación más o menos aceptada por la gran mayoría de las personas. La pregunta que considero que debemos de plantearnos es: ¿por qué tenemos que llegar a estar en el posible final de nuestra vida para darnos cuenta de lo relevante de ella? ¿Por qué tenemos que sentir que posiblemente sea el final para valorar a las personas que realmente son fundamentales para nosotros?

Dicen, y dicen bien, que lo único seguro en la vida es la muerte. Esta afirmación no puede estar más alejada de un pesimismo, por el contrario, debiera ser un aliciente para vivir con mayor intensidad y vivir cada momento de nuestra vida, sin dejar las cosas o a las personas para un posible futuro. Muchos asimilamos, que posteriormente tendremos la oportunidad de hacerlo, después le diré, más tarde iré, luego pregunto, y un sin fin de etcéteras. Postergamos las cosas como si tuviéramos comprada la vida o el tiempo y eso no puede estar más alejado de la realidad, pero es el placebo que usamos la gran mayoría para postergar las cosas importantes.

Más tarde hablaré con mis padres, en otro momento platico con mis amistades, luego convivo con mi familia, ya habrá un momento para pedir perdón u ofrecer disculpas, ya encontraré una fecha adecuada para estudiar eso que tanto he deseado, ya después me daré la oportunidad de comer saludable; o la mejor de todas; mañana empiezo a hacer ejercicio. Tantas cosas que postergamos y tal vez no es solo la actividad que se pretende realizar, sino la posibilidad de descubrirnos y conocernos, la oportunidad de en esa acción encontrar la plenitud, la dicha, tal vez eso es lo que verdaderamente estamos posponiendo.

Soy de los que tienen la firme convicción que lo único nuestro es el aquí y el ahora, y en ese sentido no podemos aplazar las cosas. Lo mejor es estar en armonía con todas las personas que son importantes para nosotros y llevar a cabo cada una de las actividades que hacemos como si fuera la última vez que lo efectuemos.

Tal vez, esto nos ayude a tener relaciones más genuinas de toda índole. Para tu familia siempre entregarás lo mejor de ti, para tus amistades tendrás los mejores momentos y aventuras, donde surgirán las mejores conversaciones, las verdaderas conexiones y esas experiencias que se quedarán grabadas en el alma, porque fueron escritas con el corazón, con pasión y con toda la energía.

Saborear lo que estás comiendo en el momento, deleitarse con el libro que estás leyendo, hacer con pasión eso que tanto amamos y entregarnos por completo a la vida, suponiendo en que tal vez no hay un mañana. Por supuesto que siempre debemos proyectar un futuro, hacer planes, tener objetivos, sueños y metas, pero con esto no quiero decir que no se tengan un plan o un proyecto. Lo que quiero transmitir es que mientras llegamos a ellos, vivamos con la intensidad necesaria para sentirnos bien con nosotros mismos.

¿Qué tienes que decirles a las personas importantes para ti? Sobre todo, ¿Cómo te sentirías contigo mismo si lo haces ahora? ¿Qué aventuras has postergado? ¿Qué proyecto te está esperando a que lo inicies? Todos tenemos una plática pendiente, posiblemente tengamos mucha vida por delante, pero ¿y si no? Tal vez el momento solo sea, ahora.

¿Cómo ves? ¿Aún crees que tienes tiempo?

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