¿Qué sucede cuando una persona, se pierde a sí misma? Es una pregunta que podría desprender todo un debate psicológico y hasta filosófico al respecto, pero vamos a tratar de hacerlo simple.

Primero, el hecho de decir que nos perdemos, parte de un supuesto de que en algún momento sabíamos quienes éramos, y la gran mayoría de las personas jamás tenemos conciencia y conocimiento de nosotros mismos; del porqué soy como soy, ¿qué me hizo tener estas ideas o pensamientos que poseo?, ¿dónde nacieron estas emociones?, estos sentimientos que llevo conmigo ¿qué tan profundos son? El común denominador de las personas es que constantemente vivimos en un automático permanente, y esto no significa que esté mal, solo es bueno ser conciénciente de ello.

Hay quienes podemos llegar a pensar que en algún momento de nuestra vida teníamos una dirección determinada y de pronto, sin darnos cuenta, nos perdimos en el camino: ¿qué sucedió?, cuando nos desviamos de algún rumbo que nosotros mismos trazamos, empieza un veneno silencioso llamado frustración, que puede conllevar a la infelicidad y en ese momento es cuando debemos regresar la vista y preguntarnos ¿hacia dónde quiero dirigirme?, tal vez no regresar, pero sí tomar otro destino. Sin embargo, también tendríamos que tener una brújula que nos guíe hacia donde queremos llegar o por lo menos hacia donde dirigirnos.

Saber a dónde vamos implica mucho valor y coraje, porque requiere de voluntad, cuando tienes una dirección ya trazada, hay que avanzar hacia ella y siempre cuesta mantener el rumbo y el ritmo. Recuerdo una frase del libro “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros, cuando nos dice: “un ideal es una llama que tenemos que custodiar, porque si se apaga no se reenciende jamás”. Creo yo que nunca se apaga por completo un sueño, ya lo dije en otra ocasión: los verdaderos sueños son atemporales y capaces de soportar cualquier tempestad.

Sucede también que nos perdemos sin siquiera saber por qué, y nos preguntamos, ¿en qué momento sucedió?. No sabemos, solo de pronto nos percatamos que ya voy hacia otro rumbo o me encuentro en donde no quería, y tenemos que reflexionar y tratar de entender ¿qué nos hizo llegar hasta donde estamos?, y sobre todo, si queremos recuperar el camino, cuestionarnos ¿hacia dónde quiero dirigirme? Saber hacia dónde vamos siempre tendrá grandes ventajas, porque entonces sabremos con exactitud que queremos y por ende que es lo que no queremos.

Dicen que es de humanos equivocarse y de sabios corregirse y el ser humano tiene la sabiduría para corregir siempre su destino. No te permitas pensar que no hay manera del volver. Una vez escuche el gran discurso de Steve Jobs, donde decía que todos los días debemos de mirarnos al espejo y preguntarnos si lo que haremos el día de hoy, ¿nos va a gustar?, y si durante varios días la respuesta es la misma, que no lo disfrutaríamos o que no queríamos, entonces definitivamente tendríamos que revisar el camino. Puede resultar muy fácil decirlo, lo complicado siempre es hacerlo. Pero ahí radica la voluntad, la fuerza, lo encendido que este tu corazón para seguir aquello que quieres, lo claro que este tu mente para enfocarte en eso que tienes por objetivo.

Todos tenemos el derecho de perdernos no una, sino muchas veces, pero siempre tenemos la opción de regresar o de verificar si ese es nuestro enfoque. Porque muchas veces sucede que nos vamos por mejores rumbos que los que nos habíamos trazado, y la vida a veces nos sorprende para bien, y si así es, nos toca disfrutar, pero si no es así, entonces nos toca trabajar hasta llegar a donde verdaderamente queremos estar.

Tú, ¿cómo vas? ¿Hacia dónde te diriges?


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