¿Tú como representas la primavera? Generalmente, la visualizamos, con la imagen de una flor cerrada, que al caer los rayos de sol sobre ella, se va abriendo lentamente, hasta quedar totalmente hermosa y reluciente, con colores vivos que hacen maravillarnos en lo extraordinario. La podemos imaginar, también, como aquella oruga que abre sus alas, ya como toda una hermosa mariposa. Cada estación del año, tiene su atenta invitación para nosotros: el otoño nos incita al desapego y la depuración; el invierno, a la quietud y la introspección; el verano, a la luz y el hacer; y la primavera, al renacer y florecer.

La primavera como estación tiene su simbolismo propio, representada siempre por el nacimiento, la renovación, la transmutación y transformación. La naturaleza siempre tiene recordatorios importantes para nosotros, es momento de comenzar ciclos llenos de colores, de vitalidad, de fuerza. El equinoccio primaveral también presenta el pretexto perfecto e ideal para realizar una renovación en nuestro estilo de vida, y poner en práctica todos esos planes que surgieron en el invierno y después de ese otoño que nos sacudió de todo lo que no necesitamos.

Por ello titulé a este escrito, como la primavera personal, debido a que todo esto tiene que ver con nosotros, no con el mundo, no con lo que los demás te digan, ni siquiera con lo que yo te comente aquí. Tiene que ver contigo, ¿qué nueva persona quiere nacer en ti? ¿Qué es lo que quieres renovar para ti? ¿En quién te quieres transformar?

No nos enfoquemos solamente en la forma, más bien centrémonos en el fondo. No se trata solo de un nuevo corte de cabello, una nueva manera de vestir, pintar nuestra casa o cuarto, cambiar nuestros artículos materiales. Es concentrarnos en cambiar nuestros pensamientos, renovarlos. El mundo cambia aceleradamente, nosotros no podemos ni debemos ser las mismas personas de hace años.

Es importante analizarnos y comprender ¿de qué manera nos desenvolvemos con los demás y con nuestro entorno?, ¿cuáles son esas emociones, que son importante depurar o transformar?, ¿qué sentimientos debemos dejar que florezcan o cuáles deben renovarse? Quisiera tener las respuestas a estas preguntas, pero no, cada quien debe buscar las suyas propias.

Ojalá fuera tan sencillo a como se dice, o en mi caso a como lo escribo, requiere de un compromiso enorme con nosotros, y ese deber, es el más fácil de corromperse. Somos nosotros lo que por voluntad queremos ir evolucionando, a menos que las circunstancias generadas por todo ello que traemos dentro nos estén obligando a cambiar, porque también puede suceder de esa manera, puede llegar a ser insostenible todo aquello que fuimos y ello nos exige a renovarnos.

Es momento de abrirnos a la vida, y florecer en todo aquello que deseamos, es el tiempo preciso de volar por nuevas experiencias que aporten a nuestra vida, a nuestra evolución como seres humanos, en todos los ámbitos: en lo espiritual, en lo emocional, en lo psicológico, y sin olvidar lo físico también, que no deja de ser importante.

Evitemos perder el enfoque adecuado en la fuerza creadora de nuestra primavera. No nos centremos demasiado en esos dolores que portamos, aquellos fracasos que nos lastimaron, las heridas que nos hicieron o que nosotros permitimos que nos hicieran, mucho menos en todas las adversidades que existen.

Nuestra visión debiera estar enfocada en todas las bendiciones a nuestro alrededor, las flores que se abren, la lluvia que moja los campos, el sol que da vida, el arcoíris que se asoma en el horizonte, las aves que cubren los cielos. Así como esa oruga se convirtió en mariposa, de la misma manera nosotros, los seres humanos, estamos en continua metamorfosis, la diferencia es que nosotros si podemos ser consientes de lo que queremos ser.

¿Cómo ves?, ¿qué primavera quieres vivir?

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