Yheraldo Martínez López

El capitalismo de las emociones

02/10/2020 |04:00
Redacción El Universal
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Vivimos tiempos donde la acumulación de todo tipo de cosas representa riqueza, sobre todo si lo que acumulamos son bienes inmuebles, dinero, joyas, objetos de valor, entre otras cosas, el capitalismo nos orienta y nos invita a ser férreos consumidores, a tal grado de no conformarnos con los bienes tangibles, además buscamos una colección de los intangibles también, de tal suerte que el común denominar de los milenials perseguimos esa acumulación de experiencias.

Compramos esa idea de que nada trajimos cuando llegamos a este mundo y hagamos lo que hagamos en él, nada nos llevaremos, es decir no importa el nivel de riqueza que acumulemos, al final lo único que nos llevamos son las experiencias que logramos vivir, aquellas que atesoramos en nuestros corazones y forman parte de nuestros recuerdos.

Estamos rodeados de incitaciones a vivir experiencias, ya que son únicas e irrepetibles, al fin y al cabo que “vida solo hay una”. Pero también la acumulación de experiencias se convierte en algo frívolo cuando lo hacemos por colección y entonces es una mercancía más, algo a lo que de pronto le perdemos el valor real.

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De ahí que muchos de mi generación, antes de pensar en comprar una casa, prefieren viajar por el mundo, antes de pensar en tener una propiedad, prefieren “vivir la vida” y cuando los mayores nos aconsejan decantarnos mejor por obtener algo material, nuestra respuesta suele ser: “ahora son otros tiempos”.

Vivir, tal parece que se ha convertido en pasar de una experiencia a otra y se ve como una narrativa de película donde se desenvuelve una historia, “nuestra historia”. Entonces ¿no sería contradictorio que vivir es experimentar? ¿entonces si no experimentamos no vivimos? Considero que tendríamos que entender la experiencia dentro de nuestra propia vida, de tal suerte que no sea una simple acumulación más porque el mundo nos la ofrece, o así nos lo invita, sino que sea el resultado de un proceso consciente de decisión, que pretende a través de nuestros sentidos buscar, una satisfacción para nosotros mismos y a lo mejor en ello hasta encontramos plenitud, ya que, si no la estamos obteniendo, entonces nos estamos equivocando o de experiencias o de enfoque en la manera en que vivimos.

A todo ello, se le suman las redes sociales, donde solo compartimos los momentos bonitos, donde todo es éxito y alegría, felicidad y plenitud, pocos comparten sus verdaderas batallas, o sus derrotas y de pronto nos compramos la idea, de que el mundo es así, ser felices y sonreír siempre. Pero caemos en nuestra propia trampa, porque nosotros hacemos lo mismo y solo publicamos nuestros éxitos y alegrías.

La búsqueda constante de acumular experiencias, hace que vayamos de una tras otra y se nos olvida darle una interpretación real y una percepción adecuada, además que vamos tan a prisa que no reflexionamos sobre las mismas.

Tener experiencias por supuesto que es bueno, cuando nos damos la oportunidad de; interpretarlas, percibirlas y reflexionar sobre ellas, sobre todo identificar los motivos por los cuales las elegimos o llegamos a ellas, y considero que una vez que se hace dicha introspección podremos abrazarlas como la construcción de nuestra identidad, y no tan solo como parte de un consumismo de moda.

¿Qué es mejor? ¿La acumulación de bienes materiales o la acumulación de experiencias? No lo sé, eso siempre tiene que depender de cada uno de nosotros, y después de un auto análisis y la reflexión constante para llegar a nuestras propias conclusiones y poder determinar que es lo que cada uno prefiere. Por cierto ¿y si nos echamos un viajesito?

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