Yokoi Kenji es un conferencista colombo japonés, quien nos cuenta que en su colegio en Japón un profesor les contó una historia: un hombre se encontró de frente con un tigre hambriento, y con tal de escapar de él decidió lanzarse a un precipicio, con tan buena suerte que pudo aferrarse a una rama y ahí pasó toda la noche. Cuando llegó el día miro hacia abajo para ver qué tan lejos estaba del suelo y se dio cuenta de que podía saltar, pero también que estaba aún en problemas porque el tigre estaba abajo. Entonces seguía aferrado a la rama. Estando allí observó que había una mora madura, así que estiro el brazo porque claro había pasado toda la noche sin tomar líquido y tenía mucha sed y se la comió con mucho gusto pues estaba muy jugosa. Es en ese momento cuando el profesor anunció que había terminado la historia.

Como buenos latinos tanto quien cuenta la historia, como yo, queremos un final para ese cuento. Y al final de tanto que insistió a ese y otros maestros, le explicaron el significado de la historia, el tigre representa la muerte y ciertamente nadie nos vamos a librar de ella, todos caeremos en algún momento. Pero la mora, son esos momentos de felicidad que todos llegamos a tener, por los que vale la pena vivir, por esos momentos de plenitud, de algún objetivo alcanzado, de algún sueño hecho realidad, o simplemente de provocar una sonrisa en las personas amadas. Estos son esos verdaderos momentos de felicidad por los que vale la pena siempre vivir.

¿Cuál es tu mora? ¿Cuáles son esos momentos por los que de verdad vale la pena esta travesía llamada vida?, seguro estoy que ya los tienes en tu mente y si atinado soy, hasta una sonrisa se está dibujando en tu rostro con el solo hecho de recordarlos o de pensarlos: el abrazar a tus padres, ver a tus hijos desarrollarse, el vivir con tus amigos esos grandes momentos de alegría, y sentir la felicidad de tu pareja por algo que logró después de tanto esfuerzo. Son esas moras que nos hacen disfrutar la vida de manera significativa, porque son cosas que les pasan a las personas que amamos, y por supuesto están esas, que nos suceden a nosotros. Más que decir que vale la “pena”, me gusta pensar que vale la alegría de la vida.

La muerte no tiene que ser literalmente el dejar de respirar, o que nuestros órganos dejen de funcionar, la muerte puede ser también interna, hay un poema de Gustavo Adolfo Bécquer: No son los muertos los que en dulce calma// la paz disfrutan de su tumba fría, // muertos son los que tienen muerta el alma// y viven todavía.

Hay muchas personas que dejaron de disfrutar esas moras de la vida, esos momentos de felicidad y alegría, esos momentos que nos roban el aliento, simplemente porque se dedicaron a la rutina, a cumplir con lo debido, por ello jamás perdamos esa capacidad que como seres humanos poseemos; el sorprendernos, maravillarnos, el quedarnos sin aliento por tantas cosas que nos suceden en la vida, de forma extraordinaria y de manera positiva, y las que no son tan agradables, nos dejan grandes enseñanzas y aprendizajes que sabremos aplicar en el futuro.

Ciertamente la vida es complicada, juguetona y en algún momento nos llegará ese tigre, pero mientras llega, nos queda disfrutar de los frutos de la vida. Para que cuando ese tigre se pose frente a nosotros, lo miraremos a los ojos y diremos como el poeta Amado Nervo: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”

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