En días pasados el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) dio a conocer el informe sobre incidencia delictiva contra las mujeres, con corte al 31 de diciembre de 2022, en el que se advierte que la violencia contra la mujer persiste con la misma tendencia que en los últimos años, como lo reveló en agosto pasado el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) al dar a conocer la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2021), en la que muestra un incremento de 4 puntos porcentuales en el índice de violencia total contra las mujeres a lo largo de sus vida, con respecto a 2016.
Según el informe del SESNSP el delito de feminicidio sufre un descenso marginal de apenas un 3.3% en relación con el total reportado en 2021. En cambio, el homicidio doloso de mujeres incrementa en un porcentaje del 2.10% durante el período de enero-diciembre de 2022, con un máximo histórico en junio de 279 casos, lo que al final, implica que continúan contabilizándose 10 muertes violentas de mujeres cada día en nuestro país; todo ello sin considerar que, además, detrás de estas víctimas, están aquellas otras, las denominadas indirectas, las hijas e hijos de esas mujeres que habrán de enfrentar la vida en las difíciles condiciones de orfandad.
Por cuanto al delito de lesiones dolosas, el incremento en el periodo señalado en relación con el año de 2021 es del 7.9%, con un promedio diario de 184 casos, que se reflejan en mujeres golpeadas, muchas de ellas, de forma recurrente y reiterada por el sólo hecho de serlo.
En el mismo lapso, el delito de violencia familiar aumenta en un 6.6%, con un máximo histórico en el mes de mayo de 27,104 casos, mostrando una vez más que el hogar está lejos de ser un sitio seguro para las mujeres, adolescentes, niñas y niños.
Los casos de trata de mujeres presentan en 2022 un aumento más que considerable del 24% en relación con 2021, mujeres que ven perder su libertad y anular su dignidad.
El mismo fenómeno se presenta en el delito de violación que crece en 2022 con relación al año anterior en un 9%, 63 lamentables casos diarios en promedio, con un máximo histórico de 2,314 en el mes de mayo. En esa misma tendencia los delitos de abuso sexual y de acoso u hostigamiento sexual, con un porcentaje en este mismo período de 13% y 19%, respectivamente.
Además, es importante resaltar que estas cifras no contemplan aquellos casos no denunciados a la autoridad, la llamada cifra negra. Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) del INEGI, en 2021 tan sólo se denunciaron el 10.1% de los delitos, quedando el resto en la obscuridad.
Por otro lado, la ENDIREH 2021 también revela datos alarmantes. Por ejemplo, la encuesta precisa que las mujeres de entre 25 y 34 años son las que más sufren violencia de pareja (24.9%), seguido del grupo de mujeres entre 15 y 24 años (27.7%). Así también que, a mayor nivel de educación, mayor es la prevalencia de la violencia.
Esto nos lleva a preguntar no sólo sobre las razones por las que la violencia contra las mujeres sigue creciendo, también qué pasa con nuestras jóvenes y adolescentes que viven elevados niveles de violencia por parte de sus parejas, incluso en aquellas con mayor educación.
Como lo he manifestado en otras ocasiones –insisto– se impone una reflexión seria, profunda, tanto por parte de las autoridades involucradas en la procuración e impartición de justicia, como de la sociedad entera, para asumir una decisión frontal que combata la violencia contra la mujer desde sus raíces, que rompa el círculo en el que se encuentran inmersas muchas de ellas y abata la impunidad que tanto nos duele.
No permitamos que el cáncer de la violencia contra la mujer continúe extendiéndose. No lamentemos más mujeres víctimas, no lamentemos la muerte de más mujeres.
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