Desde mediados del siglo XX la humanidad experimenta una diversidad de cambios cada vez más acelerados, impulsados por el desarrollo científico y tecnológico que hemos experimentado —con mayor intensidad— en las décadas recientes. Con más frecuencia escuchamos sobre la Inteligencia Artificial (IA), cuyo entendimiento oscila entre sus enormes beneficios como sus riesgos potenciales, como se ha dicho coloquialmente, una espada de doble filo.
Indiscutiblemente estamos frente a un cambio de enorme impacto, de una nueva realidad, que nos significa múltiples implicaciones en prácticamente todos los ámbitos.
La International Bussiness Machines (IBM) precisa que, en su forma más simple, la inteligencia artificial es un campo que combina la informática y conjuntos de datos robustos para permitir la resolución de problemas. También engloba los subcampos del aprendizaje automático y el aprendizaje profundo, que se mencionan con frecuencia junto con la inteligencia artificial.
Entre otras formas de IA encontramos la generativa, que destaca como una de las tecnologías más poderosas y transformadoras.
La IA generativa son sistemas que pueden ser utilizados para crear nuevo contenido, incluidos audio, código, imágenes, texto, simulaciones y videos. Un ejemplo es el ChatGPT que se describe como un modelo de lenguaje grande entrenado en una amplia cantidad de datos de texto, lo que le permite generar respuestas humanas a las solicitudes de los usuarios, una herramienta cuyo objetivo es leer información de entrada (que obtiene de textos publicados en todo internet), y predecir una respuesta coherente y plausible para un humano como resultado de una solicitud o consulta, dada según la cantidad de datos disponibles (For the record).
La IA ya es parte de la vida cotidiana, se emplea en diferentes campos, incluido el de las ciencias jurídicas. En la actualidad tenemos acceso a un sin número de herramientas y plataformas digitales, desde las cuales realizamos búsquedas de documentos, resoluciones, sentencias, jurisprudencias, leyes, e incluso podemos analizar y sistematizar datos.
En cuanto a la experiencia en la aplicación de la IA en procedimientos jurisdiccionales, cabe destacar en Canadá el procedimiento relativo a las Reclamaciones sobre una imagen íntima compartida sin consentimiento, en el que en cumplimiento a la Ley de Protección de Imágenes Íntimas (IIPA) en vigor desde enero de 2024, el Tribunal de Resolución Civil (CRT) tiene jurisdicción para emitir órdenes de protección y que una imagen íntima sea eliminada, desindexada y/o eliminada de un sitio web o plataforma de redes sociales.
En Argentina, la Fiscalía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires puso en marcha PROMETEA, sistema de asistencia virtual para la redacción de documentos judiciales, cuenta con una herramienta que automatiza las tareas reiterativas y con la aplicación de la IA elabora dictámenes jurídicos basándose en casos análogos sobre los que ya existen precedentes judiciales.
Sin duda, son herramientas de enorme potencial que, además, tienden a brindar un mayor acceso a la justicia.
Sin embargo, su implementación suscita todavía muchas dudas, por lo que es necesario promover una gobernanza eficiente y democrática en los sistemas basados en IA.
En la Región se emitió la Declaración de Santiago “Para promover una inteligencia artificial ética en América Latina y el Caribe”. La UNESCO ha emitido una Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial y la Unión Europea, por su parte, ha emitido el primer marco regulatorio que tiende garantizar que los sistemas de IA utilizados en la en la región sean seguros, transparentes, rastreables, no discriminatorios y respetuosos con el medio ambiente.
Lo relevante desde mi perspectiva –como se ha señalado–, es que no estamos frente a un sistema autónomo, sino que dependen de la responsabilidad y toma de decisiones de las personas.
Ninguna tecnología podrá superar el razonamiento de los seres humanos.