La desigualdad de la mujer en nuestras sociedades patriarcales tiene múltiples rostros, el más cruento –sin duda– son las violencias que viven, pero también otros que, basados en estereotipos y prejuicios de género, limitan su acceso a la educación o las encasillan en profesiones denominadas “femeninas”, privándolas de la oportunidad de encausar su potencial en otras vertientes del conocimiento y, en consecuencia, de obtener mejores condiciones laborales y de alcanzar plena autonomía e independencia.

Con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en las Ciencias que se conmemoró el pasado 11 de febrero, la UNESCO dio a conocer que, aunque las estadísticas muestran que el rendimiento de niñas y niños es similar en ciencias y matemáticas, las niñas son poco alentadas hacia los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), y son una minoría las que ocupan puestos de alto nivel en estas áreas, recordando que solo 22 han recibido un premio Nobel en una disciplina científica.

Sobre el particular, en febrero de 2022, el Instituto Mexicano para la Competitividad publicó un estudio denominado ¿Dónde están las científicas en México? que destaca la importancia de aumentar la participación de las mujeres para abatir la brecha de género en las universidades y en el mercado laboral, ofreciendo importantes hallazgos, como la baja presencia de mujeres en las carreras STEM, donde apenas logran el 4%, que dista del 23% de hombres, del total de estudiantes que ingresan a las universidades.

Que si bien de 16.4 millones de egresados universitarios en edad de trabajar en 2021, 55% eran mujeres, la continuidad a estudios de posgrado se asocia con una menor probabilidad de embarazo o matrimonio temprano, así como ingresos más altos en el trabajo y una mayor participación en la toma de decisiones en sus hogares. En este sentido, apunta que son menos las mujeres que obtienen un título de posgrado, menor su proporción en puestos académicos en instituciones educativas, y una marcada brecha salarial.

Un aporte relevante del estudio es el análisis de las causas de la falta de representación femenina en las STEM: los estereotipos y normas de género presentes desde la niñez, el ambiente escolar, la falta de modelos femeninos a seguir, la deficiencia de orientación vocacional y la influencia de compañeros, familia y docentes en las decisiones profesionales que las mujeres llegan a tomar, propiciando que al momento de elegir carrera pocas opten por licenciaturas en áreas STEM.

En el terreno del mercado laboral, el estudio apunta al estado civil y número de hijos como un factor de peso en la trayectoria profesional, lo mismo que las amplias jornadas de trabajo que pueden generar conflicto entre familia y trabajo, según revelan estudios internacionales. En el caso de México, las estadísticas con que se cuenta confirman este hecho: de las profesionistas STEM que no tienen hijos, 78% se encuentran económicamente activas, frente a sólo 64% de quienes sí tienen hijos; y entre las mujeres STEM con pareja se observa una menor participación en el mercado laboral (62%) que entre aquellas sin pareja (79%).

Acabar con estereotipos y prejuicios que limitan a nuestras niñas para optar por carreras en el campo de la ciencia y la tecnología debe ser una prioridad en los programas educativos; generemos en ellas la plena conciencia de que su género es una de sus fortalezas y no una limitante para el desarrollo de su potencial.

Demos a nuestras niñas las herramientas que les brinden mejores oportunidades profesionales y laborales; a nuestras mujeres el apoyo para asumir en corresponsabilidad las cargas del hogar y de cuidado, rompamos la brecha de género en la educación.

Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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