Salir, caminar, moverme, huir; solo buscando mis sueños, mis derechos, mis oportunidades y, en ello, no encontrar la muerte.

México forma parte del corredor migratorio más transitado del planeta. Su vecindad con los Estados Unidos de América –el principal receptor de migrantes– convierte a nuestro país en territorio de origen y retorno de personas de origen nacional y, en la actualidad, de un importante número de personas migrantes internacionales que buscan ingresar al vecino país del norte. Esto le impone múltiples retos, uno de los más importantes, la salvaguarda de sus derechos humanos.

Son personas que se ven obligadas a abandonar su familia, cultura y tradiciones por guerras, violencia e inseguridad; exclusión social y pobreza; desastres naturales debidos al cambio climático y, en general, por falta de oportunidades de bienestar en sus países de origen, haciendo frente a múltiples obstáculos en el camino, tales como precariedad económica, violencia, discriminación e inseguridad, muchas veces víctimas de organizaciones criminales dedicadas al tráfico de migrantes o a la trata de personas.

Basta ver a las personas que viajan de manera irregular al norte de África y a Europa enfrentando grandes peligros en las rutas marítimas. Según reporta la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) más de 24,400 personas han perdido la vida o han desaparecido, intentando cruzar el mar Mediterráneo.

Y sin ir más lejos: las boyas flotantes y alambre de púas colocados por el Estado de Texas, para evitar el paso de los migrantes hacia ese Estado, desde nuestro territorio, que según reportes ya cobraron su primera víctima.

Como lo precisa la Organización Internacional de las Migraciones, en 2022 se alcanzaron niveles sin precedentes de personas migrantes provenientes de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Colombia, Ecuador y Haití, así como de países de África, Asia y Europa, entre los que viajan un número importante de mujeres, —algunas de ellas embarazadas o lactantes—; niñas, niños y adolescentes, cientos de ellos no acompañados; indígenas; personas con discapacidad y enfermas, así como de la diversidad sexual; un aumento del 44% en comparación con el año 2021.

México también ha dejado de ser un país prioritariamente de tránsito, para convertirse en destino final, lo que —desde luego— nos impone otros retos

En el año 2022 se registró un total de 444 mil 439 personas en situación migratoria irregular en México (61% hombre, 23 % mujeres; 9% niños; y 7% niñas).

Los sectores de las personas en condición de movilidad con mayor vulnerabilidad lo son las mujeres y las niñas, niños y adolescentes.

Al igual que en otros temas, en el análisis del fenómeno de la migración se refleja la desigualdad entre mujeres y hombres. Las mujeres huyen de la pobreza y violencia de género de las que son víctimas en sus países de origen, para enfrentar durante su transitar abuso sexual, trata de personas y otros delitos.

Una verdadera ironía, pues huyendo de la violencia de género, en su migrar son nuevamente victimizadas y revictimizadas para permanecer en un ciclo de violencia que las persigue y se perpetúa.

Tratándose de las niñas, niños y adolescentes la situación no mejora, en 2022 tan solo se reportaron 12 mil 954 migrantes menores no acompañados, en su mayoría, propensos a ser víctimas de explotación y un sinfín de delitos.

Por ello, hoy día, es una exigencia de primer orden promover la movilidad humana con un enfoque de derechos humanos y una migración segura, así como atender de manera prioritaria las necesidades de las poblaciones que en nuestro país se han convertido en asiento de migrantes, sin contar con la infraestructura necesaria.

Para vivir en plenitud de derechos, no debe haber fronteras o límites territoriales, ni barreras que impidan a cualquier persona alcanzar nuevos horizontes.

Caminemos al lado de nuestros hermanos migrantes, para hacer su sendero más seguro y amable.

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