El 22 de noviembre de 2019, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (UNESCO) determinó declarar el primer jueves de noviembre de cada año Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el Ciberacoso, con ello reconoce que la violencia en el ambiente escolar, bajo todas sus formas, atenta contra los derechos de niñas, niños y adolescentes, con efectos devastadores en el desarrollo psicosocial de las personas; un fenómeno al que lamentablemente no escapa nuestro país.

Como lo muestran las cifras, en México la violencia es una realidad que miles de niñas, niños y adolescentes enfrentan día con día en el ámbito escolar: el denominado bullying. De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nuestro país ocupa el nada honroso primer lugar a nivel internacional en bullying en educación básica,

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), con datos referidos a 2017, apunta que 8 de cada 10 alumnos de primaria y secundaria han sido víctimas de acoso escolar; más del 80% de los actos de bullying no son reportados a las autoridades escolares, lo que abre peligrosamente las puertas de la impunidad, mientras que el estudio proyecta también que el 60% de las y los acosadores tendrán al menos un incidente delictivo en la edad adulta. Por lo que hace a la deserción escolar, es importante destacar que ese mismo estudio precisa que 3 millones de estudiantes se ausentan de la escuela cada mes a causa del bullying.

El panorama se torna mucho más desalentador si observamos los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, que nos refiere a la violencia escolar sobre adolescentes. Me remito a un solo dato: la prevalencia de violencia contra las mujeres de 15 años y más a lo largo de la vida en el ámbito escolar que en 2016 era del 25.3%, en 2021 aumentó a 32.3%.

Como lo revelan estos datos, aunados a los lamentables casos que conocemos a través de las redes sociales, vivimos un grave problema, con severas consecuencias para el desarrollo físico, psicológico y social de las niñas y niños agredidos, que puede repercutir en su autoestima, su rendimiento escolar o, incluso, propiciar la deserción del sistema escolar afectando sus perspectivas a futuro y, en general, de su vida. Además de condiciones de depresión y baja autoestima que pueden orillarlos hasta el suicidio, para librarse de la situación que se padece. Un problema que lejos de disminuir, crece con lo que ahora se denomina como ciberbullying, esto es, el acoso utilizando internet y redes sociales, que se vio incrementado durante la pandemia.

La Ley General de Educación contiene algunas disposiciones para la prevención y atención de la violencia que se genere en el entorno escolar, familiar o comunitario contra cualquier integrante de la comunidad educativa, y existe una iniciativa de reformas en la Cámara de Diputados con la que se pretende fortalecer el marco jurídico relacionado con la prevención, detección y erradicación de la violencia, así como la atención, de manera oportuna, de las autoridades educativas a los afectados y propiciar el diseño e implementación de políticas públicas eficaces.

La conmemoración de este Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela debe ser motivo de una seria reflexión, cuestionarnos sobre violencia que se da en el ámbito escolar, que crece exponencialmente y se está padeciendo por cientos de nuestras niñas, niños y adolescentes, pero que también se está aprendiendo para replicarla en la etapa adulta. No solo se les priva de una infancia feliz, como corresponde a esta etapa, también se les condena a ellos y a la sociedad a perpetuar un círculo de violencia, que puede desatar en delincuencia.

Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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