A escasos días que la maestra Ifigenia Martínez, en su calidad de Presidenta del Congreso de la Unión, protagonizara un hecho histórico en nuestro país, al hacer entrega de la banda presidencial a la doctora Claudia Sheinbaum, primera mujer que asume la Presidencia de la República, recibimos la triste noticia de su deceso.

Con seguridad, esa imagen es la que las y los mexicanos recordaremos y la que —quizá— ella hubiera escogido para el cierre del último capítulo de su vida pública; una imagen emblemática para quienes conocemos la larga trayectoria de esa mujer que luchó, desde varias trincheras, por aquellas causas emanadas de sus más profundas convicciones.

La maestra Ifigenia Martínez nació en un tiempo en que las mujeres vivían confinadas al espacio doméstico y requerían del permiso paterno para estudiar y trabajar. Aun así, estudió la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y fue la primera mexicana en obtener una maestría en la Universidad de Harvard, en donde también realizó su doctorado.

Su vida académica no concluyó ahí, también fue investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas y profesora de Finanzas Pública en su alma mater, destacando por sus estudios sobre la desigualdad y la distribución del ingreso en México, publicando diversas obras.

En 1968 fue una férrea defensora de la autonomía de la UNAM, y se opuso a la invasión del ejército a Ciudad Universitaria.

Su trayectoria profesional también fue muy destacada. Colaboró en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en la que ocupó diversos cargos, fue una de las fundadoras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y representó a México ante las Naciones Unidas.

Su carrera política fue intensa, resaltando por su convicción democrática y pensamiento crítico. Siempre desde la izquierda, tras su renuncia al Partido Revolucionario Institucional, al lado de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, promovió la creación del Frente Democrático Nacional para participar en las elecciones de 1988, figurando como la primera senadora de oposición electa por el entonces Distrito Federal.

Más tarde fundó el Partido de la Revolución Democrática, en el que ocupó múltiples cargos y, más recientemente, formó parte de la Asamblea Constituyente que le dio a la Ciudad de México una Constitución de avanzada. Fue diputada federal en cuatro ocasiones y dos veces senadora y, en la legislatura en funciones, presidió el Congreso.

Mujer excepcional, amable, íntegra, brillante; hija, madre y abuela comprometida; intelectual incansable; de arraigadas convicciones y radical en sus ideas, el sentido de su vida pública fue la lucha por la igualdad, la justicia y la democracia; dedicó su vida a la causa de México, por el que profesó un amor entrañable.

Laureada con distintas preseas, entre otras, Premio Nacional de la Mujer (2011), Medalla Sor Juana Inés de la Cruz en el Día Internacional de la Mujer (2019) y Medalla Belisario Domínguez, la máxima distinción que otorga el Estado mexicano.

Ifigenia Martínez fue una gran luchadora, entre otras de sus causas, por la igualdad de la mujer, desde el mejor bastión, el ejemplo de vida.

Hoy quiero recordarla por ello, en aquellas palabras dispuso para la toma de protesta de la ahora Presidenta de la República, con las que nos trasmite su sentir de mujer frente a este acontecimiento inédito: “Su llegada a la Presidencia es la culminación de una lucha que hemos atravesado generaciones enteras de mujeres, quienes con valentía desafiamos los límites de nuestros tiempos”.

Su trayectoria es hoy legado para todas y todos los mexicanos que como ella lo manifestó, aspiramos a continuar la construcción del México que soñamos, un México libre e igualitario, con una democracia plena.

Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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