Resulta inconcebible que en pleno siglo XXI todavía esté sobre la mesa el comercio de personas como uno de los problemas más graves y atroces a nivel global, pese a los esfuerzos que se realizan a nivel nacional e internacional. Este tema sale a cuenta debido a que el próximo 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata de Personas y considero oportuno analizar los hallazgos que nos ofrecen los informes más relevantes en la materia.

De acuerdo con el Informe Global de Trata de Personas 2022 que da a conocer la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) el número de víctimas detectadas a nivel mundial descendió en un 11%, ello debido a que, si bien la pandemia del Covid 19 mermó las oportunidades de los traficantes de personas, también debilitó los sistemas de detección en países con menores recursos, en los que precisamente el número de víctimas se vio reducido.

Esta tendencia se advierte, principalmente, en la detección de la trata con fines de explotación sexual en la mayor parte del mundo; sin embargo, en América del Norte se registra el mismo ritmo de crecimiento que en años anteriores.

En pocas palabras no es que los delitos de trata de personas disminuyan, sino que no se están detectando, lo que en buena medida se explica por las condiciones que impuso la pandemia; pero, además, —y lo más grave— es que aumentó la vulnerabilidad a la trata de personas, sobre todo en las mujeres, con un mayor número de víctimas de trata con fines de explotación sexual, casi dos tercios; un 27% niñas y, alrededor de 10% hombres y niños, lo que evidencia una tendencia al cambio en el perfil de las víctimas.

El Informe de Trata de Personas a julio de 2022 que elabora el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América aporta importantes hallazgos sobre este delito en nuestro país.

Destaca los esfuerzos significativos que ha realizado el gobierno de México para dar cumplimiento a las normas mínimas para la eliminación de la trata de personas, incluyendo el procesamiento y condena de un mayor número de tratantes y la identificación de más víctimas, en general, un mayor esfuerzo en la aplicación de la ley.

Como retos en áreas clave apunta al empleo sistemático de un enfoque centrado en las víctimas; la mejora en la identificación de indicadores de trata entre las poblaciones vulnerables; tomar medidas para acabar con las prácticas fraudulentas de reclutamiento, así como que persiste como motivo preocupación la corrupción y complicidad oficial en estos delitos.

Sobre las características de la trata de personas en nuestro país, señala que continúa siendo una constante la explotación a víctimas nacionales y extranjeras en México, como la de víctimas de México en el extranjero. Los grupos de mayor riesgo son las niñas, niños y adolescentes no acompañados, personas con discapacidad mental y física, indígenas, solicitantes de asilo y migrantes, trabajadoras del sector informal y los niños y adolescentes en territorios controlados por bandas.

Apunta que se mantienen los esquemas de reclutamiento de mujeres, niñas y niños mexicanos, y en menor medida a hombres a través de falsas promesas de empleo, relaciones románticas engañosas o extorsión para traficarlos de México a Estados Unidos con fines de explotación sexual. Esto además del turismo sexual infantil que sigue siendo un problema en expansión.

La libertad es uno de los bienes más preciados del ser humano, un derecho fundamental. La trata de personas, la esclavitud de la modernidad, priva a las víctimas de la posibilidad de ejercer esa libertad, las anula y, peor aún, las despoja de su dignidad. ¿Para qué? Para obtener un lucro de su explotación para los fines más crueles e inhumanos, aprovechando la vulnerabilidad de las personas. Tratantes y quienes se benefician de la trata merecen las penas más severas.

¡No a una sociedad permisiva!

¡No a una sociedad callada!

¡No a la impunidad!

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