La “Infodemia se refiere a la viralización, intencional o no, de contenido especulativo no verificado, que afecta la noción y el juicio de la opinión pública” y en temas de activismo digital, cada vez es más común encontrarnos con ese tipo de prácticas.
Ya tenemos casos en contra de las vacunas, de los lácteos, de las pruebas en animales, y miles de cosas más en las que parece que los que tienen la razón son aquellos que se enfocan en teorías de conspiración más que en sustentos técnicos o científicos.
Esto se da por varias razones. Primero porque las redes sociales dieron voz y voto a usuarios comunes que con el mensaje correcto en el momento oportuno pueden posicionar una tendencia. Segundo porque los algoritmos de las redes sociales promueven el sesgo basado en lo que leemos y escribimos, polarizando tanto lo que vemos como lo que creemos.
Tercero porque basados en la misma lógica, nos agrupamos por intereses y comportamientos en comunidades -actualmente más digitales-, donde tendemos a polarizar nuestras creencias y terminamos defendiendo versiones más extremistas, antes de pertenecer a esas comunidades. Y si adicionalmente el contenido provoca emociones fuertes como miedo o indignación, es mucho más fácil que se difunda.
En este tema, la arena también es importante porque los medios digitales privados como Whatsapp o los grupos de Facebook, al tener como miembros a familiares, amigos o conocidos cercanos con los que se comparte no solo una visión conjunta sino un lazo emocional, hacen que no se verifique ni el contenido ni la fuente.
Finalmente, las industrias en general y las empresas en particular se acostumbraron a no decir nada, por desconocimiento, miedo, estrategia o porque creían que no era necesario hablar de las ventajas y beneficios de los productos o servicios, dejando crecer los vacíos de información y por lo mismo, que los activistas en contra, los llenaran.
Es así como la industria de la proteína animal es uno de los sectores en los que hemos encontrado algunos riesgos latentes, donde las comunidades más activas pueden llegar a hacernos dejar de consumirla, basados en teorías, en el mejor de los casos, discutibles.
Maltrato animal. Así como la campaña del “Conejo Ralph” en contra de las pruebas de cosméticos en animales, circulan en los medios digitales campañas sobre crueldad en criaderos de animales para consumo. Una de las nuevas iniciativas es un video que circula por Facebook en el que se muestra cómo se tendría que matar a un chanchito en caso que quisiéramos comernos unas costillas baby en un restaurante elegante.
Meatless monday o Lunes sin Carne. Es una campaña que ya tomó tintes mundiales en los que se anima a los ciudadanos a no comer nada de carne los lunes. El mayor riesgo es que ya se está implementando en escuelas con niños muy pequeños, sin mayor información al respecto.
Calentamiento global. Existe una gran discusión sobre si los animales son el mayor productor de gases invernadero, y por lo mismo se alienta a las personas a no consumir carne.
Carne Sintética. Empezando con Bill Gates, hay una campaña que promueve la creación y producción de carne sintética como alternativa para el combate al cambio climático.
Más allá de los beneficios de la proteína animal - caza y pesca nos mantuvieron con vida a lo largo de millones de años -, la industria en general, en este y otros sectores, se ha mantenido al margen de las discusiones, sin embargo, la opción de no hacer nada ya quedó atrás, porque por los medios digitales en contra de su consumo, están ganando la partida.
Los asados de los próximos años, están en riesgo…