Walter Astié-Burgos

Los presidentes y la realidad internacional

15/01/2020 |00:07
Redacción El Universal
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En días pasados se realizó la XXXI Reunión de Embajadores y Cónsules, importante encuentro anual creado en 1989 por mi inolvidable maestro y jefe: Fernando Solana. Su objetivo fundamental es actualizar a nuestros diplomáticos sobre el acontecer nacional, e impartirles instrucciones para su actuación. Un elemento central de este útil ejercicio, es el encuentro con el presidente de la República, que en 31 años ha transitado de un coloquio, cena o comida, a la austeridad republicana en la que, además del discurso presidencial, ni un café se ofrece. Es una valiosa oportunidad para recibir sus directrices, conocer directamente sus ideas respecto a la problemática global y el papel que México debe desempeñar en el escenario internacional. Ello es crucial, pues frecuentemente la percepción presidencial de la realidad externa, difiere de la de quienes la viven cotidianamente en su desempeño profesional. Esa discrepancia provoca desconfianza hacia los diplomáticos de carrera, porque como sus opiniones son más objetivas, no le dicen –como los políticos que lo rodean- lo que quiere escuchar.

Por ejemplo, la meritoria iniciativa de Solana, paradójicamente, surgió en momentos poco favorables para el Servicio Exterior. Como Salinas consideró que estaba anclado en la Guerra Fría y no respaldaría sus proyectos para la posguerra fría, lo marginó y se apoyó en otras dependencias. Zedillo igualmente desconfió del SEM: en su primera reunión de embajadores nos regañó y pidió “nos pusiéramos la camiseta.” Fox tampoco confió en quienes llegamos a ser embajadores y cónsules bajo gobiernos priistas: como se asesoró de dos cancilleres improvisados, las crisis foráneas fueron de antología. Durante su violento sexenio vívidamente reflejado en la prensa extranjera, Calderón nos pedía lo imposible: “hablen bien de lo que ocurre en el país.” Peña Nieto hizo más caso a los fabricantes de imagen que a sus diplomáticos, por lo que, con muy alto costo, se pasó de la ficción mediática del “Mexican moment”, al “Mexican Disaster.”

Aunque los partidos y las ideologías en el poder han cambiado en estos 31 años, el divorcio de la visión de nuestros presidentes de la realidad internacional persiste, ya que sus opiniones y discursos no responden objetivamente a dicha realidad, sino a sus convicciones y conveniencias políticas. La realidad debe adaptarse a sus posiciones y no viceversa.

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En el encuentro con el presidente López Obrador hubo un enorme cambio en la forma de conducirlo, pero no en el fondo. Su optimismo respecto a la mejoría de nuestra imagen en el exterior, así como la supuesta recuperación de liderazgo en América Latina, no concuerdan con “los otros datos” de la realidad. Para desazón de los asistentes, dedicó su alocución fundamentalmente a lo interno, eludió los grandes temas y problemas de la agenda global, reiteró que no le gusta viajar, y anunció que seguirá delegando en el canciller la representación del Estado mexicano en el G 20, la ONU, etc. Para demostrar su interés en la elección de México a la presidencia de la CELAC –prueba contundente de nuestro recuperado liderazgo en AL-, declaró públicamente que se estaba durmiendo en la cena ofrecida en Palacio Nacional a los representantes de los 29 países latinoamericanos que nos eligieron.

En síntesis, el XXXI encuentro de los diplomáticos con su jefe máximo, corroboró que no tiene interés en lo externo, que seguirá ausente de los foros internacionales, que no hay política exterior, que se continuará improvisando pragmáticamente según convenga, y que –al estilo Trump- coexistirán, contradictoriamente, las realidades objetivas del mundo con las realidades alternas del discurso oficial.

Internacionalista, embajador de carrera y académico.