No obstante que nuestro actual gobierno proclama —tal como lo hizo el panista Fox en su momento— que es distinto a los anteriores, copia muchas de sus nocivas prácticas. Una de ellas es la de improvisar embajadores y cónsules “a la carrera” que, como no tienen experiencia ni entienden bien su responsabilidad, acaban perjudicando la imagen y el prestigio del país. Vale la pena recordar cuál es la función del diplomático, por que algunos no la conocen y otros —como el estimado Ricardo Valero—, la olvidaron.
De acuerdo al Derecho Diplomático —sabiamente codificado en la Convención de Viena de la ONU sobre Relaciones Diplomáticas de 1961— son cinco las principales funciones del agente diplomático. La de representar, la de negociar, la de observar, la de proteger, y la de fomentar las relaciones. La más importante es la de representación, por que ella otorga la facultad para negociar, observar (para poder informar), la de proteger (a connacionales, empresas, e intereses de todo tipo) y de fomentar todo tipo de relaciones. En efecto el embajador —como lo especifican sus cartas credenciales— no solo es el representante personal del Jefe de Estado que lo designa ante el que lo recibe, sino también de su nación, de su pueblo, de su cultura, de su soberanía, de los intereses nacionales, etc. Esa abrumadora responsabilidad —lo digo por experiencia propia— impone una pesada carga las 24 horas del día, puesto que prácticamente desaparece la vida privada cuando se está en funciones en otro país. Lo que se diga o se haga no se achacará al Sr. Gónzalez o Pérez, sino al embajador de México que representa a todo el país y a todos los mexicanos. Como lo precisa el gran teórico de la diplomacia Philippe Cahier: el diplomático y la misión diplomática representan “al Estado en su totalidad y actúan en su nombre”. Como esa enorme responsabilidad es bien conocida por los miembros de carrera del Servicio Exterior, determina cotidianamente su conducta. Sin embargo, no todos aquellos nombrados de “dedazo” están conscientes de que un equívoco acto personal (como robarse un libro) daña gravemente la imagen y el prestigio de la nación.
La enorme responsabilidad de representar al Estado mexicano en su conjunto, también es compartida por el servicio consular. No obstante, los tres partidos que han ocupado el poder (que no han hecho lo necesario para que nuestra gente no tenga que migrar), han utilizado equívocamente la red consular con fines de proselitismo político. Ello no solo desvirtúa la loable función humanitaria de proteger a nuestros connacionales, si no que desvía su atención y recursos hacia actividades inapropiadas. Adicionalmente, ello conlleva el riesgo de intervenir peligrosamente en los asuntos internos del país huésped, pues se trata de comunidades radicadas en otra nación, cuyos integrantes muchas veces tienen doble nacionalidad.
En síntesis, para el Derecho Internacional y el Derecho Diplomático, así como para el Servicio Exterior Mexicano de carrera, las embajadas, los consulados y el personal que labora en ellos, son instituciones que deben estar al servicio de los intereses superiores del Estado mexicano, y no así de las aspiraciones partidistas y electorales de tipo coyuntural del gobierno en turno.
Internacionalista, embajador de carrera y académico