El candidato demócrata a la presidencia de EU, Joe Biden, escogió como compañera de “ticket” a Kamala Harris, quien estudió Derecho, economía y ciencia política, es senadora por California, contendió por la nominación demócrata a la presidencia, fue Fiscal de Distrito en San Francisco y Fiscal General de California, siendo considerada como una de las 100 personalidades más influyentes del país por la revista TIME. Si bien esa trayectoria la califica para ocupar la vicepresidencia, también fue escogida por lo que representa. Es mujer, afroamericana, profesionista, liberal, hija de migrantes (su madre proviene de la India y su padre de Jamaica), es baptista casada con un abogado judío, tiene influencia de diversas culturas, y representa el éxito del esfuerzo propio y la realización del american dream. En suma, es la imagen de la pluralidad del país, y emblema de los grupos sociales menospreciados por Trump. Consciente de que atraerá votos, el presidente ya la descalificó: fue una mala elección, es una mujer falsa, horrible, irrespetuosa, de izquierda radical, y muchos hombres están ofendidos por su selección.
De la misma forma que para algunos sectores sus características son atrayentes, para otros, como la base electoral de Trump de blancos conservadores de bajos ingresos y escolaridad, son lo que rechazan. Como el racismo, el machismo y la misoginia están fuertemente enraizados, es de esperarse una fiera campaña en su contra, máxime que Trump y sus fanáticos están perdiendo la contienda. No será la primera vez, pues recordemos el despiadado escrutinio de la vida privada de la primera candidata a la vicepresidencia, la senadora feminista Geraldine Ferraro, seleccionada por el aspirante demócrata a la presidencia Walter Mondale. Las huestes derechistas de Ronald Reagan la acosaron hasta desacreditarla por las irregularidades en las declaraciones de impuestos de su marido. La segunda candidata fue Sahara Paulin, postulada en el extremo ideológico opuesto como una mujer tradicionalista, por el aspirante presidencial republicano John McCain. Como igualmente fue vituperada por su escasa preparación y experiencia política, en ambos casos la intención de allegarse votos nominando mujeres, fue contraproducente para esos fracasados pretendientes a la primera magistratura. El caso más emblemático fue el de Hillary Clinton, quien, a pesar de su impresionante trayectoria y posición, solo recibió el 41% de los votos de los hombres, y el 54% de las mujeres. Aunque las elecciones de 2016 fueron determinadas por el voto antisistema y racial, dejaron ver la reticencia de la población a ser gobernada por una mujer. Se afirmó que, como el machismo es más fuerte que el racismo, fue más fácil elegir a un negro que a una mujer.
La embestida contra Kamala Harris será mezquina, pues, aunque la vicepresidencia es un cargo ceremonial cuyas funciones son decididas por el presidente, es una posición de gran prestigio y visibilidad. Para los tradicionalistas de derecha, no solo es intolerable lo que ella representa, sino también la posibilidad de que pueda ocupar la presidencia, ya que Biden será el presidente de mayor edad (77 años) de la historia. Su nominación, en suma, inevitablemente provocará que unas elecciones ya polarizantes, sean todavía más ríspida. Sin duda se pondrá a prueba a una mujer de gran temple, pues como decía la primera mujer que fue secretaria de relaciones exteriores, la muy extrañada Rosario Green; a ellas todo les cuesta más trabajo porque, en un mundo machista, tienen que demostrar que son capaces a pesar de ser mujeres.