Tal como lo hizo la Reina Isabel II respecto a 1992, con sobrada razón podemos calificar al 2020 como un Annus Horribilis. A pesar de que, como lo destacamos en artículos anteriores, se esperaba otra letal pandemia global como la de la influenza española de 1918-1919, la actual del Covid-19 nos tomó desprevenidos e impreparados, causando hasta el momento mas de 23 millones de contagios y 800 mil muertos. Los efectos de la enfermedad y de la mejor arma con que se cuenta para enfrentarla, el distanciamiento social y la cuarentena, han dislocado -económica y socialmente- al globalizado planeta, quedando en evidencia la fragilidad del ser humano y su civilización. También la arrogancia del homo sapiens fue evidenciada. A raíz de la mencionada primera pandemia mundial, ese flagelo fue considerado una amenaza a la seguridad nacional e internacional. Pero tras la Segunda Guerra Mundial, el victorioso general y Secretario de Estado, George Marshall, afirmó que ya no eran una amenaza porque el avance científico las estaba conquistando. Su soberbio optimismo fue infundado: en 2001 la OMS advirtió que el recrudecimiento de las enfermedades infecciosas eran un peligro para el planeta, como lo estamos constatando.

Lo que la pandemia también ha evidenciado, son las brutales desigualdades existentes entre las naciones y las personas. Alguien certeramente afirmó que, aunque todos padecemos la misma tormenta, no estamos en el mismo barco. En efecto, quienes mayormente sufren los estragos son los países menos desarrollados, y las personas de bajo nivel socio-económico-educativo. En EU, los hispanos son los mas infectados (73 por cada 10,000), luego los afroamericanos (62 por cada 10,000), y los blancos solo 23 por cada 10,000. Por ende, el 40% de los fallecidos son hispanos, el 30% negros, y los blancos menos del 30%. También, quienes principalmente han perdido sus empleos son hispanos y negros. En México la tendencia es similar: la mayor parte de contagiados y fallecidos son de bajos recursos, y el 29% de los fallecimientos ocurren en hospitales públicos, y solo el 3% en los privados. La eficacia y prestigio de los gobiernos también quedó al descubierto: los populistas que manipularon la pandemia con fines políticos, ocupan los primeros lugares en contagios: EU, Brasil, México y Gran Bretaña. El caso mas escandaloso es el de la gran potencia; la ineptitud y ambición electorera de Trump convirtieron a su país en el epicentro mundial de la enfermedad con mas de cinco millones de contagiados y 170 mil muertos.

La solución al brutal problema también patentiza las abismales diferencias de nuestro mundo, pues solo cuatro países (EU, China, Rusia y GB) poseen la capacidad científica y financiera para producir la vacuna salvadora.

Por las pérdidas humanas y materiales, así como por los trastornos y perjuicios que la pandemia tiene en nuestras vidas, 2020 pasará a la historia como un Annus Horribilis que nos marcó para siempre. Sin embargo, debemos cobrar conciencia que la desgracia que padecemos también tiene un importante mensaje: algo estamos haciendo muy mal que pone en peligro la existencia de la humanidad. Nuestro capitalismo deshumanizado y depredador que produce millones de pobres y destruye el medio ambiente, debe cambiarse por algo diferente que ponga el énfasis en el ser humano y en la naturaleza, y no en la materialista acumulación de riqueza. Si el mensaje es entendido y produce el cambio que necesitamos antes de que sea demasiado tarde, este Annus Horribilis se transformará en el Annus Mirabilis que corrigió nuestro equivocado rumbo.

Internacionalista, embajador de carrera y académico  

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