El modelo agroalimentario actual ha colocado a la sociedad mexicana en un alto grado de vulnerabilidad, la manera en que consumimos alimentos ultraprocesados y con alto valor calórico ha generado que nos encontremos con la sindemia de obesidad, sobrepeso y diabetes, que debilita el sistema inmunológico y nos coloca en una situación crítica en la lucha contra el Covid-19. Este actual modelo agroalimentario, tiene su origen en el modelo agroindustrial que se sustenta en la producción intensiva, a través de monocultivos, plaguicidas y transgénicos, entre otros, y se alimenta de una sobreexposición de la población a alimentos chatarra, dañinos para la salud. Este modelo de producción y consumo de alimentos nos hace más vulnerables a los impactos del cambio climático y a enfermedades como el coronavirus. Este modelo, ya no puede seguir.

Por lo anterior mencionado, debemos transitar hacia una producción agroecológica, sustentable y saludable; que garantice el respeto al derecho de productores y productoras a un trabajo digno, a un medio ambiente sano, a la salud; y evitando las discriminaciones y maltratos por su condición social, origen y etnia.

Para alcanzar esto, es fundamental garantizar la soberanía alimentaria del país, el derecho a decidir qué comer y cómo producirlo, a través de un sistema agroalimentario que nos brinde alimentos sanos, ecológicos, libres de plaguicidas, transgénicos y accesibles a toda la población.

Desafortunadamente nuestra anhelada soberanía alimentaria se ve obstaculizada por diferentes factores. En el actual contexto, el campo mexicano y nuestras semillas se ven amenazadas por la reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales Vegetales (LFVV).

La reforma a la LFVV fue propuesta por el Diputado Eraclio Rodríguez Gómez el 5 de marzo del año en curso, sigue vigente y se encuentra en un estatus de pendiente. Por lo que en cualquier momento podría retomarse poniendo en peligro a nuestras semillas nativas, a las campesinas y campesinos de nuestro país y a nuestra soberanía alimentaria. Recordemos que esta reforma privatiza las semillas, considera costosas multas, penas de cárcel, e incluso la quema de las cosechas, si los campesinos y campesinas intercambian libremente las semillas, lo que significa el despojo de la gran agrobiodiversidad que nuestras campesinas y campesinos han forjado durante milenios.

El proceso para realizar modificaciones a la LFVV fue discreto y apresurado. Pero gracias a que se alzó la voz y se llevaron a cabo diversas estrategias de difusión en la que participaron radios comunitarias, medios locales y nacionales que permitieron llevar el mensaje a más personas, las cuales desde su trinchera dijeron No a la reforma de la LFVV y con la participación de diversos actores de la sociedad civil, academia y comunidades indígenas se logró evitar que se discutiera la reforma a la LFVV en el primer periodo extraordinario de sesiones de la Cámara de Diputados.

Pero la amenaza está latente. La iniciativa de ley sigue vigente y los principales impulsores son los productores de Berry, de ornamentales, la Asociación Mexicana de Semilleros (AMSAC) y algunos representantes del Estado, como el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), quienes siguen presionando para que esta ley sea una realidad a costa de la seguridad y soberanía alimentaria de nuestro país, afectando primordialmente a las productoras y productores del Estado mexicano.

Es por eso que -por el bien del campo mexicano, de los ecosistemas y de las personas-, se debe buscar un cambio de raíz en el modelo agroalimentario, debemos transitar hacia un nuevo modelo, uno que no esté controlado por las empresas transnacionales tal como lo fomenta esta reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales. Es necesario dejar atrás la Revolución verde que ya nos ha mostrado su ineficacia y los severos daños que produce al ambiente y la salud de las personas. Es hora de redireccionar el camino hacia la producción agroecológica que garantice la soberanía y la autosuficiencia alimentaria a la vez que protege los suelos, el agua, la biodiversidad y la salud de los ecosistemas que está totalmente vinculada a la nuestra.

Especialista de Greenpeace México en agricultura y cambio climático 

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