Se sentenció a Genaro García Luna. Estará recluido por los siguientes 28 años fecha en la que podrá solicitar beneficios preliberatorios, no obstante, el castigo es injusto.

El ‘Eliot Ness’ azteca, orgullo del calderonismo, comandó una guerra en la que nos vendió al enemigo. Por su deslealtad y vileza liquidaron a cientos de miles de civiles y miembros de las fuerzas del orden. Este moderno Antonio López de Santa Anna, al igual que una oferta comercial, hizo paquetes en los que no solamente entregó territorios al narcotráfico, incluían valiosa información para que asesinaran a soldados y marinos. Emboscadas, desapariciones y huidas equiparables a Houdini, como las de ‘El Chapo’, fueron planeadas al amparo del entonces secretario de Seguridad.

Los que eran sus jefes afirman que no lo conocían. Mienten. Están los casos de Florence Cassez, Israel Vallarta, los Mohamed, novelas que distraían la atención de su apócrifa lucha contra el crimen. Sin pudor, no le importaba aniquilar inocentes, giraba su retorcida ruleta y escogía ciudadanos al azar, había que ‘echarles el muertito’, personas de pocos recursos y relaciones, luego usando técnicas del medievo los sometía a tormentos hasta lograr confesiones originadas en el ahogo, no en la investigación. Historias de horror que finalizaban en operativos simulados.

Su amo era la delincuencia, lo dijo el juez Brian Cogan, fue un ‘doble cara’. Con una mano oprimía endilgando delitos inexistentes y con la otra se rendía ante los capos. Manchó el uniforme, abusó de las agencias de inteligencia y se puso a los pies del mejor postor.

No es difícil entrever que si el jerarca se enlodaba recogiendo sobornos a cambio de chivatazos, sus segundos, muy posiblemente, se vieron involucrados o mínimo, enterados. El claro ejemplo es su brazo derecho, Luis Cárdenas Palomino, quien enfrenta un proceso por tortura.

La falsa cruzada enlutó hogares que alentaron a sus hijos a enlistarse al servicio de las armas de la patria. Jóvenes que perecieron por las acciones del espurio ‘superpolicía’. Madres angustiadas sumidas en la miseria del profundo dolor al ver extinguirse la vida de su descendencia. Macabra realidad en la que fuimos las víctimas de un plagio en donde el país resultó secuestrado.

Las consecuencias han corroído la estructura, no hay un Estado funcional, no se distingue la frontera de buenos y malos, es un muro agujereado, débil, a punto de desmoronarse. En lo que va, es un siglo perdido, rodeado de instituciones que son un franco de debilidad. Lejos está el régimen que controlaba bajo una visión unificadora.

La suma de lamentos no se detiene. Lo peor lo encontramos en la fragilidad judicial, no tiene el dominio mucho menos la entereza, juzgar a potentados bandidos es de grandes y México se niega a serlo. La justicia que aquí se reclama se disfruta en tierras ajenas. Somos olvido.

Sí, el fallo fue injusto, merecía cadena perpetua, que jamás volviera a vivir en libertad.

Abogado

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