Apenas el 5 de febrero se anunciaron las reformas, hacerlas implicaba conseguir la victoria con distancia categórica. Vino y trajo el apoderamiento de las Cámaras, de inmediato echaron a andar la aplanadora, sólo en septiembre se enmendó de manera intensa la estructura del judicial. Jamás volverá a ser el mismo.
El origen representativo con su división, importada del modelo americano, se esfumó, cediendo al control pleno de un pensamiento. La elección de Jueces, Magistrados y Ministros estará en manos de la base dominada por el régimen, fácilmente vencerán a la rebelde Corte opositora. Afirmar que cada pilar del Estado propondrá a sus candidatos y en igualdad buscar el cargo, es irreal. Es evidente que solo impera la arrolladora fuerza del sistema, la competencia es una ficción, en esa coyuntura el proceso selectivo será pantomima, el resultado con anticipación lo conocemos.
El panorama fue aderezado con las protestas de los trabajadores en un movimiento probablemente gestado desde el propio ejecutivo, luego, las expresiones de los Togados respecto a la enmienda provocaron la apresurada labor legislativa que blindó los cambios. Gravemente, en defensa de su proyecto, con la velocidad característica de los morenistas, se instrumentó el andamiaje legal que prohíbe la revisión de las modificaciones. Todo el aparato se verá guiado por decisiones carentes de contrapesos que las modere, dependeremos de que quien mande se mesure. Indudablemente, la ambición desmedida, la acumulación de lo incondicional y el apetito de perpetuarse, los cegó. Pretenden ignorar que someter la ley al deseo del gobernante es el escalón previo a la pérdida del progresismo.
El entuerto no termina ahí. Los absolutos son el plato favorito en la llamada cuarta transformación. Se presenta la tentación de que el derecho capitule ante la política. De ocurrir, no habrá cortapisa que los pare. El fantasma de lo total cobra vida. Enfrentamos la posibilidad de que busquen crear la Constitución Obradorista ¿qué los detiene? Nada. Aprovechar la inercia y subirse a un viaje sin retorno, está a un tris de que suceda. Las hoy minorías, cuando entonces disponían, nunca imaginaron que las reglas del juego operarían como una píldora venenosa en perjuicio de las libertades, quebrantando sus valores esenciales. Ni más ni menos es lo que viene.
Se distorsionó la vía de acceso y se reconvirtió la Nación. El México actual nos es extraño. La lucha por décadas con la intención de expulsar al priismo de Los Pinos salió caro, perdimos al Alto Tribunal, pronto a los órganos autónomos y limitaron el otrora imbatible juicio de amparo. Se olvidó el debate, el diálogo es inexistente y el desprecio a las ideas ajenas es lo común. La suma no concluye, la enumeración es larga, en la columna de deuda tenemos a gran parte del país reducido a la violencia ilegítima del crimen organizado.
Quiero escribir bondades, no las encuentro. Hay miles de pretextos que el establishment usa para aplastar a la frágil República. El camino luce azaroso, los titubeos institucionales dejan a la población en el desabrigo, se diría, a la buena voluntad de una persona y eso no es democracia.