Nos une las fiestas patrias, la bandera, los héroes pero también los seleccionados. En lo personal nunca he escuchado que alguien anime al extranjero frente al representante tricolor, ni en olimpiadas, panamericanos o mundiales, la atracción por ellos es única. Es común que en el desarrollo de las competencias surjan las impresiones que nos llevan a la plena alegría si se gana o a la frustración absoluta si se pierde. La gloria es la culminación de las emociones y esta se alcanza, entre otras vías, por la coronación. Aún retumba el impresionante canto del himno Azteca en el partido contra Alemania en Rusia, no había distingos, ni morenos, panistas, priistas, perredistas o emecistas, todos eran mexicanos, al final hermanados festejaron el triunfo histórico.
Lo mismo ocurre en el boxeo o el automovilismo, los máximos laureados, Saúl ‘Canelo’ Álvarez y Sergio ‘Checo’ Pérez, son vivo ejemplo de la concordia que logran con sus hazañas.
El Fondo Monetario Internacional nos ubica como la doceava economía del mundo por encima de Corea del Sur, España y Australia, en América Latina la segunda tan solo por detrás de Brasil, también somos el primer socio comercial de los norteamericanos, ¿por qué no ocupamos el mismo lugar en materia deportiva? la respuesta es para evitar la concentración de fuerzas que aun siendo disímbolas lleguen a puntos de cohesión. A la autoridad, no le conviene una sociedad educada, culta, demandante, mucho menos aliada y si ganar lo hace hay que evitarlo.
Los hechos confirman la respuesta, no se fomenta y poco se respalda a los atletas, mucho menos la mentalidad vencedora, porque de hacerlo la actitud competitiva y exitosa permearía en todo el entorno del ser humano entre ellos el de la búsqueda del poder. Preferible una comunidad frustrada que una animada porque la concepción será limitada y mucho más manejable, basta ver el pobre debate mexicano frente al de estas potencias para notar la diferencia.
Naciones con menor tamaño tienen superiores resultados: España fue campeón del mundo en soccer, tenistas importantes como Nadal o Alcaraz son sus representantes; por su parte Australia fue sexto lugar en el medallero en Japón. Sus líderes lo saben, lo apoyan y lo inculcan, no por una cuestión de salud, que sería suficiente, sino por la trascendente asociación que rebasa cualquier interés; son conscientes de que en la medida de que estén unidos es en la misma proporción que se fortalecen frente a sus enemigos como el crimen, las invasiones culturales y de paso consolidan la identidad patria como eje central en el quehacer, dando como frutos mayores horizontes de desarrollo y de paso haciendo más armónica la convivencia, el efecto final es la paz.
Por un segundo pensemos en México como un país dominante, vigoroso, con predominio, alzando el trofeo de la conquista, sin duda la fiesta sería permanente, la satisfacción constante, implantándose en la conciencia general un nivel de exigencia en todos los ámbitos, entre ellos el de conducción de lo público, en tierra de ganadores se exige un gobierno de la misma condición.
Los exiguos rendimientos en esta materia no es casualidad. Seguiremos viviendo sin la gloria de la victoria.