A solo meses de la elección la estructura electoral luce desarticulada, el INE, recortado en gastos, enfrenta una crisis de legitimación producto del señalamiento sistemático del ejecutivo federal. La intención del mandatario fue clara, situarlo en el imaginario como una institución cara, manejada por elites, clasista, distanciada, integrada por modernos gurúes de la democracia.
Sumado al cuestionado INE está el Tribunal Electoral, fracturado, viviendo su segunda y quizá peor crisis de su historia motivada por su control, incompleto, de siete magistrados solo tiene cinco, en resumen, son pocos y divididos. Los desacuerdos son de tal calado que obligaron a Reyes Rodríguez a presentar su renuncia como Presidente en medio de un tránsito de actos alejados de las formas, ignorando que al hacerlo deslegitiman su propia autoridad. En manos de estas personas estará la calificación de la elección presidencial.
Los efectos del galimatías se dejan sentir, se adelantan los procesos electorales mediante figuras que eluden las reglas y los competidores no muestran sometimiento a quien les arbitra, por igual, despliegan actividades en momentos que legalmente les están prohibidos, al final del día saben que no habrá consecuencias.
El caos se desborda, quizá sea momento de tomarle la palabra al régimen para, pasada la elección, iniciar un profundo análisis de enmienda electoral con visión de Estado, en el que lo civil se privilegie con mayor presencia en los organismos, limitar la intervención tanto de actores como de partidos en el INE y TRIFE, entidades que no se deben ver como un botín. A esta altura el país probó que fue capaz de migrar del absolutismo del partido único a la riqueza que da la variedad de opciones sin desencadenar reacciones, los cambios fueron en paz.
Es verdad, producto del anhelo ancestral por la alternancia el voto mexicano es costoso pero, superada ésta, las nuevas generaciones no tienen por qué temer a novedosas organizaciones, eficientes, permanentes, sobre todo, incluyentes. Ideas prácticas como que la Corte en pleno sea quien dirima las controversias de las elecciones federales y en última instancia de las locales, para eliminar el insufrible, desprestigiado y caro TRIFE. Introducir gobiernos municipales electos no por planillas, sino por personas que tengan su domicilio en circunscripciones, así cada regidor representará barrios de la propia ciudad, lo que dará una mayor identidad y participación de la población en lo que a todos interesa, lo público, la comunidad.
Hay mucho por hacer, por lo pronto el horizonte da destellos de que se perdió la brújula, el centro dominante es el reacomodo de lo político sobre el valor supremo exigido por los mexicanos, el orden que garantiza la República.
Lamentable la impunidad es sello nacional, es querella permanente de la sociedad que ha sido puesta a la zaga, violentada, en donde claramente la pelea por el poder la superan. La preocupación del gobierno se limita al discurso, en los hechos está el abandono al derecho, se le menosprecia, al grado de ubicarlo como el perverso obstáculo de la voluntad del pueblo.
Hay que reivindicar lo que nos da paz, certeza, armonía, respeto, eso, se llama ley.