México se rige por el texto de 1917. Entre otras cosas contiene un catálogo de derechos humanos, la organización del Estado, la vía de acceso al poder y las condiciones para modificarla.

En lo referente a lo electoral el método es simple, llegado el momento gobernará el que obtenga mayoría de votos en las urnas. Lo acabamos de vivir, con una oposición absolutamente desdibujada y perdida en el espacio, el oficialismo logró su continuidad en la presidencia y la hegemonía en el Congreso de la Unión.

También, de manera sabia se protegió a la Carta Magna dándole un estándar de seguridad extraordinario, disuasivo de los caprichos sexenales, imponiendo requisitos infranqueables para enmendarla: El primero obliga a poseer una calificación de dos terceras partes en ambas Cámaras; el segundo, que por mínima que sea, esté sancionada por más de la mitad de las diputaciones locales. Sin duda, no es un tema menor meter mano a la ley fundamental.

Luego, el propio código da potestades, recordemos que el marco de acción de la autoridad se limita a lo que expresamente le está permitido. No importa el tamaño de la entidad, si no ostenta el mandato preciso su actuar es ilícito. La disposición y su entramado jurídico da certeza de la posición del ciudadano frente al gobierno y en idéntica proporción conocer límites de este, en esencia se trata de saber a qué atenernos.

Guste o no los morenistas ganaron con el el número que les viabiliza entrar a variar la Constitución.

En la semana en el Pleno del Alto Tribunal se dio un profuso debate en torno al reclamo de un grupo de jueces y magistrados sobre los posibles efectos a su independencia como consecuencia de la mudanza judicial. Las intervenciones fueron airadas, los del ala guinda elevaron sus posturas, incluso al grado de llamar ‘golpistas’ a sus pares, los otros, aún dominantes, emitieron destellos proteccionistas, al final del día las transformaciones les afectarán.

La discusión encontró ruta en voz del Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. En su elocución subrayó que reiteradamente se han pronunciado en ejecutorias en las que enfáticamente sostienen que carecen de facultades examinadoras de la reforma. Destacó que una opinión de tal magnitud no puede ser producto de una consulta interna, cerró de forma lapidaria: si la voluntad hubiese sido darles la jurisdicción revisora estaría plasmada claramente en la norma y no disimuladamente en un precepto secundario.

Se comprende la frustración de ver apabullada a la institución equilibrante de las decisiones de la República, pero son las pautas del juego de la democracia, las mismas que usó Zedillo y de un plumazo echar a la calle a 14 Togados. En aquél entonces y ahora hay que respetar el nuevo orden y ajustarnos a la realidad, de no hacerlo faltarán a su juramento de obediencia y provocarían una crisis que la Nación no tiene por qué sufrirla. Bastante se ha soportado con un paro en el que se ha sepultado en la ignominia a los más sensibles, a miles que esperan justicia.

Lo dijo el Ministro, el legislador no esconde elefantes en la madriguera.

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