Las últimas horas han sido intensas en San Lázaro. La fuerza del régimen se sintió. No hubo diálogo ni consenso, no escuchan. El debate en la tribuna es un mero trámite. Sin duda, en el mes de septiembre las reformas serán decretadas.

El Presidente con habilidad calculó los daños que implicaría someter al Poder Judicial. Se dio cuenta que es denostado, señalado y acusado, jueces que jamás se preocuparon por construir lazos con la comunidad a la que juzgaban. Ante el embate salieron a manifestarse a la calle, solo para enterarse que son ajenos, distantes, extraños, el fantasma de las injusticias los persigue y afloró su fragilidad. Luego, pretendieron hacer política, tarea que les es desconocida. En suma, cometieron el error de subirse al ring equivocado.

La historia se repite con los órganos autónomos. Con su mañanera encausó la discusión y se la compraron: es un tema de ricos que a gran parte de los mexicanos no les importa. Son entes raros, la gente no comprende qué son el Inai, el Coneval, el IFT, la Mejoredu, la CNH, la CRE, o la Cofece, mucho menos para qué sirven; pero sí saben cuánto nos cuestan, López Obrador se encargó de ello. Al meter mano en la ley, siempre tuvo en mente que no habría levantamiento popular en su defensa, ni siquiera por los acaudalados empresarios que se limitaron a articular tibios posicionamientos. Programó el cierre del sexenio bajo la premisa de absorber cualquier desencuentro doméstico o internacional que generaran las enmiendas, por eso el apresurado proceso que apalancó en su alto nivel de aprobación. Su objetivo es dejar, a su sucesora, las condiciones ideales: sin contrapesos y con una administración concentrada. Planeó hasta el mínimo detalle.

El 2 de junio se entregó un lienzo en blanco a la 4T para que en él dibujen el proyecto que aspiran construir. Ese día no fuimos capaces de advertir el tamaño de la concesión, ahora lo estamos viviendo con toda su contundencia y apenas comienza.

Sheinbaum tomará protesta frente a un Congreso que le pertenece, jurando obedecer lo que prácticamente es una nueva Constitución, en la que el eje es ella, nadie más. Su benefactor la apadrinó, la hizo su abanderada y la eligieron. Puso alfombra roja y fanfarrias. Le cumplió. En unas semanas presidirá un país sin sombra de oposición con una jefatura vigorosa que le permitirá establecer su agenda, fincar sus propios criterios de juego, sin cortapisas, en la que no habrá pluralidad. Es el derecho del que gana todo. Son las mismas reglas en la ruta que en aquel entonces transitaron el PRI y el PAN para gobernar.

El mandato fue incondicional, se trata del cambio de un modelo por otro en el que no interesa que la minoría derrotada lo reclame, es el costo que están pagando por una candidatura de bufonadas.

Hay que cuestionar si como mecanismo de protección se debe imponer una votación ciudadana calificada para que se le consienta al vencedor a transformar el sistema. Hoy, quienes lo están haciendo, únicamente obtuvieron el treinta por ciento del padrón. El resto, noventa millones de seres humanos no los apoderamos.

Es legal pero no legítimo.

Abogado. @VRinconSalas

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.



Google News

TEMAS RELACIONADOS