La división de poderes es particularidad de la democracia. Uno de los pilares básicos es el legislativo, representa al pueblo. En la modernidad se busca una copiosa incorporación de opiniones con el propósito del enriquecimiento que da el pensamiento colectivo dejando de lado el desprecio de los menos, observando que el quorum no sea mera ficción de la libertad sino un verdadero centro de debate nacional en el que impere el convencimiento de la razón y no la aplanadora del número. La máxima norma de la Nación impide la creación de bloques de curules aplastantes de la conciencia, es la filosofía, el modelo realmente no contiene una prohibición, a la inversa, antepone el resguardo de un bien extraordinario que en este caso es la República.

Los fundadores consideraron que dejar el sometimiento categórico del Estado a una voluntad atenta contra su propia subsistencia con el alto riesgo de su destrucción, así lo previeron y lo ajustaron, protegiendo a la sociedad de una simulada pluralidad en la que se hagan oídos sordos a las voces de la oposición, de manera que por mandato supremo, una corriente parlamentaria no debe de ostentar la superioridad calificada, de permitirlo se entregaría a una mano el timón de la nave sin importar otras reflexiones. A esto se le llama sobrerrepresentación. En pocas palabras significa que nadie tendrá más de 300 diputados.

El triunfo de Morena fue abrumador. Ahora pretende ejercer su victoria por la vía del incondicionalismo y eso es el prefacio del autoritarismo. Su argumento lo centra diciendo que la limitación va dirigida a los partidos y que la 4T compitió en alianza con el Verde y el PT, por tanto no les destina la restricción. Un tecnicismo barato.

La Constitución es fuente de principios, no una compilación de estatutos. En ella se escribieron infinidad de conceptos y es tarea de la Corte definir su alcance atendiendo las circunstancias económicas, religiosas y culturales del momento. A guisa de ejemplo, no tenía el mismo sentido la expresión ‘sano desarrollo’ en el año de 1924 que en el 2024. Hoy la noción se ha abierto a nuevos paradigmas de crecimiento.

En los próximos días el Tribunal Electoral, tomará la decisión de mayor trascendencia del país: interpretar si la regla de contención obliga a todo aquel que participe en el proceso con independencia de la figura que se use. Si la respuesta es afirmativa, se esfumará la obediencia camaral, consecuentemente veremos irse al caño de la ignominia las reformas de febrero y en su lugar surgirá el fortalecimiento de las instituciones, la validación del Poder Judicial como garante del orden, la conquista del derecho y el empoderamiento del quehacer político construido en el diálogo. Si se decantan por no aplicarla a las coaliciones, seremos testigos de la peor tragedia al federalismo, el inicio del desmantelamiento de la estructura administrativa y la ratificación de la inutilidad de los judicatos. Un veredicto los hará pasar a la gloria o a la infamia.

En el absolutismo la retórica no existe, no hay intercambio de juicios, no se escucha a las minorías. Estamos muy cerca de ello. Ese escenario ni a Sheinbaum le conviene.

El rumbo patrio en manos de 5 Magistrados. Que la toga pese.

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