El día de ayer, en un marco cargado de mensajes implícitos, Claudia Sheinbaum juramentó la Constitución. Hizo historia, es la primera Presidenta. El discurso inaugural fue contundente: ni un paso atrás en las reformas.

Recibe un país convulso, con amplias zonas del territorio en guerra, comunidades desplazadas, altas tasas delincuenciales, miles de homicidios no resueltos, madres buscadoras en espera de respuestas, Guerrero devastado, el Poder Judicial en paro y, en la diplomacia, dimes y diretes con Estados Unidos y España. Al interior la sociedad profundamente polarizada, no logra cohesionarse.

En lo internacional, México navega en un mar de nubarrones que nos acercan a momentos oscuros, que suponíamos superados. Al tiempo que ocurría el acto republicano, en el medio oriente se recrudecía el belicismo. Las balas sustituyeron a la razón. El conflicto escala con consecuencias funestas, además de la vidas que se apagan, las económicas.

Los aprietos no paran en la intrincada metamorfosis. El horizonte político es complejo, el Ejecutivo que se va cimentó un monumental imperio: 24 gubernaturas, igual número de Congresos locales, gran cantidad de ayuntamientos, y bancadas calificadas en las Cámaras. En el nuevo gabinete los titulares de medulares carteras evidencian la etiqueta del tabasqueño: Gobernación, Hacienda, Economía, Cancillería, Función Pública y Educación. Los coordinadores parlamentarios son sus operadores. En la Corte deja tres Ministras que están a un voto de frenar las declaraciones con efectos generales, lo que necesariamente ocurrirá en noviembre cuando Luis María Aguilar Morales se jubile. En ocho semanas se materializará su plan, acabar con el equilibrio del Alto Tribunal.

A este enramado se suma el gigantesco compromiso que construyó en torno a las fuerzas armadas. El Ejército y la Marina más presentes y la Guardia Nacional es su creación. Los militares siempre leales tienen memoria. Para rematar, su hijo, a la dirigencia de Morena. Difícilmente lo imaginamos distante a su padre, todo indica que seguirá influyendo en la organización del partido.

El entorno obliga a cuestionarse si AMLO realmente se retira. Los reflejos nos dan pistas. En el pasado, el saliente se mudaba de Los Pinos meses antes de que concluyera su gobierno. Era una cortesía con enorme significado, proyectaba el arribo del siguiente jefe sexenal. Mostraba institucionalidad, disciplina y respeto. En la actual fotografía se aprecia lo contrario. El domingo López Obrador durmió en Palacio, es la resistencia a irse y el deseo de quedarse.

Cercada, su margen de maniobra limitada, bajo la mirada de factores y actores que no se la deben y no le pertenecen, de cara al desafío de un mandato histórico, poseerá la autoridad con dominio total, sin cortapisas, al frente de la imparable máquina que tendrá que domar y con talento gobernar. Sería alevoso alejarse y olvidar al fundador del movimiento por el que llega, no obstante el mando se ejerce. Con inteligencia, pintar raya con su predecesor, hay que diferenciarse. Es un reto colosal.

Abogado

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